(Cuento). Inventario en pretérito perdido. Por: Amílcar Bernal Calderón. (San Francisco-Cundinamarca).

Tenía quince años, un bolso lleno de dudas, décimo grado aprobado con honores, la regla desde los trece, once mil pesos en efectivo que cada dos meses cambiaba por la misma cantidad de dinero en billetes de otro color, para descansar la vista, la foto de mamá, la tenía, entre el bolso beis; tenía una blusa gris de mangas bombachas con flecos en los bordes, de mitad de codo, bonita, que por eso cabe en este inventario post mortem; tenía ganas de tirar con amor y una soltería que era como un cáncer, otro; tenía la esperanza de que un tranvía amarillo iba a traerle a un man que lo pondría todo a temblar con ella en la mitad como un huracancito, tenía prisa porque le pasaran cosas, mil llamadas perdidas del hospital, unos sueños largos con vestidos como el de la hija de Popeye que le quedaba largo y arrastraba por el piso de la tira cómica, ellos, los sueños, tenía todo eso, y miedo y un poquito de cáncer o cáncer y un poquito de miedo.

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