(Cuento) Premonición - Segunda parte. Por: Eric Barbosa (La Vega - Cundinamarca)

 Una vez llegaron a la casa de Sonia, Natalia pudo advertir que se trataba de una vivienda hacía poco construida en las afueras de Bogotá. En su interior, todo estaba nuevo, desde las cortinas de la sala hasta los utensilios de la cocina.

-Te felicito amiga, qué lindo sitio tienes.

-Está a tus órdenes, cuando me separé de Marcos compré todo nuevo para hacerme una nueva vida.

-Jummm, pero por lo visto, el pasado no se quiere quedar atrás.

-Maldita tipa esa, y yo que le abrí las puertas de mi casa cuando recién apareció por el pueblo.

Bueno muchachas, vamos a empezar, -manifestó Amílcar encendiendo su varita con punta de algodón.

El procedimiento fue el mismo que antes. El joven apuntó en distintas direcciones como si estuviera rastreando algún metal. Recorrieron casi toda la vivienda, pero el fuego estalló justo en la habitación de Sonia.

Aquí está, -dijo el joven-, tenemos que buscarla.

Pero ¿cómo le hacemos?, -preguntó Natalia-, ¿tenemos que romper el piso?

Primero escarbemos, yo lo siento en la cama.

Sonia se subió en ella y empezó a remover las cobijas y las almohadas: aquí no hay nada, -dijo.

¡Sí! ahí está, -pronunció Amílcar-, Natalia ve trae un cuchillo y rompe ese cojín.

Pero el cojín está nuevo, -replicó Sonia-, yo lo compré la semana pasada. Todo en la casa está nuevo. No hay manera de que alguien lo hubiera violentado.

En esas, Natalia volvió al cuarto con el cuchillo y le quitó a Sonia el cojín de las manos para apuñalarlo con ciertos toques de sevicia. Todos quedaron perplejos cuando de los rotos empezaron a brotar grandes corrientes de barro. Salió mucha tierra mojada cargada de hojas y demás suciedad. No se podía comprender cómo pasaba aquello, segundos antes el almohadín se encontraba diáfano y liviano. Era impecable. De pronto, nuevamente emergieron los muñequitos de trapo cocidos por la espalda y repletos de alfileres, la piel de sapo, la estrella de David, el búho de madera y todos los demás objetos que inducían a la soledad y tristeza de las personas. Solo que esta vez la escena fue más terrorífica. Los vidrios de las ventanas se empañaron y comenzaron a vibrar como si una fuerza sobrenatural quisiera entrar para acompañarlos. El cielo también se oscureció como anunciando una envestida tormentosa. Las dos muchachas se encontraban muy asustada mientras Amílcar pronunciaba rezos incomprensibles en una voz cada vez más grave. Era como si estuviera ocurriendo un exorcismo.

¿Qué es esto? ¿Qué está pasando? ¿De dónde salió esto? -gritó Sonia- ¿por qué esa vieja no me deja en paz?

La furia del ambiente exterior se detuvo al tiempo que Amílcar terminó sus oraciones. Aparentemente, el entierro había quedado desactivado, pero las dos muchachas quedaron con una sensación nauseabunda.

¿Se terminó? -preguntó Natalia abrazando a Sonia, quien nuevamente había entrado en llanto inconsolable.

Sí, ya quedó sellado, -contestó Amílcar.

Pero no entiendo, -repuso Natalia-, de dónde salió ese barro, ¿Sonia no se había dado cuenta?

-No es eso. Como les dije, los maleficios pueden viajar. Ese fue el puente que hizo la tumba de la señora Pepa. La mínima conexión hace que uno pueda ubicar a la persona.

-Pero ¿esas cosas se teletransportan o qué?

-Básicamente, viajan por un plano de maldad espiritual y se posan invisibles junto a las personas. Solo se desmantelan ante la fuerza de los ángeles. Yo trabajo con los ángeles.

-¿Y la vieja esa se puede dar cuenta que la descubrimos?

-Si revisa constantemente sus trabajos, sí, lo puede notar. A estas alturas ya debe saber. No es normal que el cielo se haya oscurecido así.

-¿Pero cómo podemos evitar que vuelva a hacer una vaina de estas?

-Toca estar pendientes, si se sienten malhumoradas, que todo les sale mal, que la plata se les va fácilmente y tienen pesadillas, de esas que son como si fueran muy reales, lo más seguro es que les estén haciendo algún trabajo.

-¿Pero no hay manera de, digamos, protegerse para siempre?

-Mmmm, sí, la hay. De hecho, es bastante simple. Solo tienen que rodearse de gentes que las quieran. De gente que sientan agradecimiento, que las admiren y las respeten porque les han ayudado.

-Suena como filosofía barata, hay gente muy buena, que hace el bien, pero que le pasan muchas cosas malas.

-Puede ser, pero yo estoy hablando de actuar en pro del bien, con los ángeles. Hay mucha gente buena, pero que no sabe que lo es, o que simplemente es buena porque no le hace mal a nadie. Pero yo me refiero a actuar, a hacer esfuerzos para ayudar a los demás. Digamos que con conciencia. La energía que trae el agradecimiento de la gente es una poderosa barrera que aleja todos los males. Todos tenemos dentro de sí la capacidad de brindar amor y eso es una fuerza poderosa. Se trata de contribuir a que los demás, por medio de nuestra colaboración, descubran y activen el poder del amor. Solo así, con la luz de todos podemos alejar las fuerzas de las tinieblas para cuidarnos.

Gracias Amílcar, muchas gracias, -por fin dijo Sonia aun con lágrimas en las mejillas- Gracias a ti también amiga, no hubiera resistido esto sin ti.

¿Y qué va pasar con Marcos?- retomó el tema Natalia dirigiéndose a Amílcar.

Con él está difícil, tenemos que ayudarlo. Para eso necesitaríamos mucho de ti, Natalia, tú estás allá cerca de él y le tenemos que sacar el bicho del estómago. También hay algo que me inquieta de tus ojos, pero no se bien qué es. De eso ya nos ocuparemos antes de solucionar lo de Marcos. Por lo pronto, dejemos que Sonia recupere energías.

Por favor Nata, ayuda a Marcos y cuídate tú -suplicó Sonia.

-Lo haré, tenemos que hacerlo. Gracias Amílcar.

-Es mi trabajo, por lo pronto, las dejo descansar.

Unas horas después, Natalia también se despidió de su amiga. Intentó acompañarla lo más que pudo y brindarle consuelo por la traumática experiencia, que ella misma no se podía creer. Pero se hizo de noche y tenía que volver al pueblo junto a su madre. Le partió el corazón dejar a Sonia aún asustada, pero tenía ocupaciones que la obligaban regresar a casa. En el bus de vuelta, tuvo un viaje inquietante y hasta cierto punto incómodo. “Esto que vi, no tiene ningún sentido”, se repetía con los ojos cerrados y recorriendo por su memoria los escenarios del día en búsqueda de una explicación racional. ¿Dónde está la trampa en esto? Cuando por fin llegó a su destino, en la puerta para bajarse del vehículo, una voz extraña la detuvo:

Hola, Natalia, te estaba esperando –dijo una mujer que tenía unos ojos tan amarillos que parecían carentes de visión.

En ese momento se sobresaltó y se despertó paralizada. Notó que estaba en su habitación y que sonaba el teléfono. Era su amiga Sonia, quien con voz acongojada le pidió que la acompañara en un rato al cementerio local.

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