Físico Amor. Por: Carolina Gavilán (San Francisco - Cundinamarca)
Entre flores, plantas medicinales y perros que ha ido adoptando en el transcurso de su estancia en la región se encuentra la casa de «la profe» María Cristina, una licenciada en matemáticas y física con treinta años de trayectoria en el ejercicio de la docencia que ha logrado transmitir a sus alumnos algo más que el temario de una asignatura. Aunque María Cristina lleva cerca de diez años retirada del magisterio, continúa ejerciendo su incansable labor de enseñanza en San Francisco, siempre con un enfoque humanístico. "A pesar de que las matemáticas y la física pueden verse tan alejadas de lo social, mi intuición y mi sensibilidad me han permitido ser empática con los chicos y no ser indiferente a sus problemas..."
Según nos cuenta, en los cuatro departamentos que recorrió enseñando,
las dificultades a las que se enfrentan los niños son siempre las mismas:
violencia, pobreza y falta de oportunidades. “Tuve que trabajar con muchachos
reinsertados, con jóvenes que pertenecían a pandillas, y fue un gran
aprendizaje. No fue fácil, pero pude comprobar que con amor se logran grandes
cosas...” La profe encontró el punto en el que las ciencias exactas y las
humanísticas confluyen, y fue así como a través de la física cuántica, los
campos electromagnéticos y un sin número de teorías de la física, consiguió
entender, para luego transmitirlo a sus alumnos, que el amor es una onda que se
extiende en el entorno.
María Cristina, al igual que sus alumnos, quiere dejar atrás esos
recuerdos tristes que dejó la violencia que rondaba algunos de los pueblos
donde trabajó. Por la intolerancia de unos y la indiferencia de otros, tuvieron que ver morir a
muchos de compañeros. "De los maestros cercanos a mí, mataron unos quince,
y a los que sobrevivimos, nos tocó rápidamente trasladarnos... El problema es
que los maestros vivimos muy de cerca las problemáticas de los niños y jóvenes,
llegamos a conocer tanto de ellas que se vuelve peligroso.
Intentar encontrar soluciones se convierte en un riesgo para
nuestras vidas..."
Pero su labor continúa. Ha logrado a base de ciencia y afecto
motivar a muchos adolescentes con historias difíciles, e inculcar en ellos el
gusto por el estudio, el amor por el entorno, por la naturaleza, y por los
animales. Logró arrebatarle a la desigualdad unas mentes que ahora contemplan
la vida y la felicidad dentro de parámetros más sencillos, pero más altruistas.
Es así como estos chicos descubrieron que se puede soñar, obtener metas,
perdonar, recomenzar, todo a través del amor.
Son niños que crecen sin un hogar estable, en medio de situaciones
de violencia. Muchos han respondido asertivamente a su metodología, pero no
todos se recuperan. Algunos no logran superar esas experiencias y llegan a la
adultez abarrotados de resentimientos y frustraciones que desafortunadamente
contribuyen a que se repita el ciclo. No obstante, el trabajo ininterrumpido de
la profe María Cristina se constituye en un aporte inmenso a la construcción de
la paz y su método, una eficaz metodología que ha reencausado las vidas de
muchos adolescentes.
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