La fiesta de navidad. Por: Manuel Amaya. (La Vega - Cundinamarca)
La celebración del nacimiento del niño Dios, la Navidad, se ha convertido en una fiesta dedicada a las niñas y niños del mundo cristiano. Pensemos que el juego y la alegría, tan característicos de la infancia, han terminado por sobrepujar el contenido religioso y, por eso mismo, no podemos olvidarnos de tantos niños excluidos no solo de esta festividad, sino de una vida infantil digna debido a la pobreza, el hambre, las enfermedades, las guerras y otros horrores.
El juego es una actividad
que comparte nuestra especie con otras especies animales, y este es un buen
momento para reparar en el hecho de que otras especies animales han sido
sometidas por nosotros los humanos y condenadas a una vida monstruosa y cruel,
exenta del menor atisbo de juego y descanso. Son vistos como productos
industriales para el consumo alimentario, aunque debemos omitir la
multitudinaria población de mascotas que conviven con nosotros para suplir
afectos y mitigar soledades.
Pero quiero apartar la
mirada de este entorno lamentable y fijarme en un aspecto menos sombrío de la
Navidad: su historia. Si nos movemos hacia los orígenes, sin el rigor de los
datos, como en un juego, podemos decir que la Navidad es una celebración
reciente, de unos pocos siglos de existencia, en tanto el cristianismo tiene
cerca de dos milenios.
Hemos de aceptar que, por
estas mismas fechas de cada año, en occidente, cientos y hasta miles de años
antes de que naciera la religión cristiana, ya existían festividades
relacionadas con el cese de las labores agrícolas, en la antigua Roma, por
ejemplo; relacionadas también con cierto alineamiento astronómico que da inicio
al invierno en el hemisferio norte y con deidades y creencias que precedieron
por largo tiempo al cristianismo.
Sin embargo, cuando la
religión cristiana recibió la posta, los viejos dioses entraron en lenta
agonía, y la nueva religión colonizó esas festividades legendarias, y las
vistió con rituales del nuevo credo salvífico. Las creencias ajenas al
cristianismo fueron excluidas y denominadas paganas. Por supuesto, a pesar del
curso de los siglos quedaron restos paganos que en definitiva fueron asimilados
y resignificados por el nuevo poder religioso, el nuevo credo y la nueva fe.
Este cambio de épocas y de creencias no estuvo exento de confrontaciones con
creyentes de las antiguas religiones ni de sacrificios por parte de las
congregaciones cristianas, y de ello da fe el amplio martirologio cristiano.
Por otra parte, a la fiesta
cristiana de la natividad de Jesucristo, la Navidad, se han unido otros
personajes no cristianos como papá Noel y Santa Claus, y se han colado símbolos
ajenos como los villancicos, el árbol de navidad y la bota, o media de los
regalos. Estos personajes y símbolos han sido invitados a la fiesta y ya no se
los ve con recelo.
De esta manera, volvemos al
principio y exaltamos el espíritu infantil, alegre, juguetón e inocente de la
Navidad. Pienso que este espíritu es el que permite, sin reticencias, que
personas que han abandonado la fe cristiana o que simplemente han renunciado a
toda creencia religiosa puedan compartir la fiesta de la Navidad, como modernos
paganos e improvisados descendientes de antiguos dioses y creencias, que se
congregan con fieles cristianos para celebrar su legendaria fiesta, sus
saturnales.
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