Las estrategias del poder político en La Vega. Por: Eric Barbosa. (La Vega-Cundinamarca)
Las reflexiones que presento a continuación fueron posibles gracias a un documento que me facilitó una amiga de La Vega, Cundinamarca. Se trata de un memorial en el que el cura párroco, Parménides Díaz, se quejó por las actuaciones de la plana mayor del liberalismo local en un periodo en el que el Partido Liberal se encontraba en la cúspide del poder nacional. El escrito surgió a propósito de un acontecimiento ocurrido por allá en 1939 -un 08 de junio-, cuando llegó a la parroquia municipal un conferencista de la Acción Católica.
El visitante de la capital vino para reunirse con el entonces
Sindicato de campesinos católicos y para hablar desde el púlpito sobre la
Doctrina Social de la Iglesia. Con esta última, la institucionalidad religiosa
trataría de resolver las injusticias sociales ocasionadas por la avaricia de
los patrones y la violencia de los obreros que se oponían a ella. Sin embargo,
tal como lo reportó el presbítero: solo fue que el orador pronunciara cuatro
palabras para que los líderes liberales, acompañados de sus seguidores,
sabotearan el evento y le exigieran al cura que no dejara arrimar a ningún
conferencista, pues “si el caso se repetía, no repararían en las
consecuencias.” “No contentos con la amenaza y la imposición -continuó
diciendo don Parménides-, pusieron telegramas insultantes en el diario de la
Capital”, desde donde se produjeron otros “artículos salpicados de odio
y apasionamiento contra las doctrinas Cristianas y Católicas.”
Más allá de las posibles intensiones del sacerdote, o
de lo que envuelve impartir ese tipo de discursos desde el púlpito en una época
cargada política, lo que me interesa abordar aquí son las prácticas que buscan
acallar y ahogar los procesos comunitarios que surgen por fuera del control de
quienes se dicen ejercer el poder. Se trata de prácticas que, por cierto, continúan
muy vigentes, pues los saboteos, las difamaciones, las amenazas y/o la
violencia física siguen desempeñando un papel importante al momento de definir
quienes se harán con el control de las instituciones locales.
Algunas explicaciones sobre dichos fenómenos se pueden
encontrar en una de las obras del historiador y sociólogo Fernando Guillén
Martínez (1925-1975). En un pequeño libro relanzado recientemente por el Grupo
Planeta -y titulado Estructura histórica, social y política de Colombia-
el autor nos presenta cómo, desde hace muchas generaciones, los diversos grupos
de interés han competido para acaparar los puestos burocráticos. Los cargos del
Estado se asumen como un botín para satisfacer los intereses personales y
sectarios, especialmente, para aquellos que buscan mantener y aumentar la
posesión de la tierra.
Últimamente, los dueños de propiedades impulsan y
financian candidatos para que estos les apoyen con el llamado “volteo de
tierras”. Así mismo, alcaldes y concejales, una vez elegidos, exigen
apartamentos o terrenos a cambio de los favores. En los casos más arbitrarios, unos
y otros usan los terrenos públicos como si fueran propios o los ceden a sus
seguidores para que los usufructúen sin pagar arriendo o beneficiar a las arcas
municipales. Se trata de una economía que no incentiva el emprendimiento
privado ni la competencia económica. Su característica es la búsqueda de los
privilegios que aporta el Estado para ahorrarse los esfuerzos que implica el
trabajo y expandir los bolsillos eliminando a los competidores.
En esas condiciones, los mínimos esfuerzos se centran
en el amedrantamiento, la persecución y la difamación de las iniciativas
comunitarias con el potencial de generar proyectos democráticos capaces de
acceder al Estado. Digo “mínimos esfuerzos” porque siempre será más fácil dirigir
un insulto para conservar un privilegio, que generar empresa respetando la
igualdad de condiciones legales. Así, no importa si es una agrupación juvenil, una
reunión de trabajadores o un simple conferencista que busca presentar un
programa social, ellos serán perseguidos y violentados por quienes usan las
instituciones públicas para su propio beneficio y se creen los dueños y señores
del pueblo.
Me parece que ya es hora de cambiar dicha dinámica. Ello
se logrará cuando apoyemos candidaturas más por su propuesta de trabajo, que por
la esperanza de que nos designen un puestico en la Alcaldía. De lo contrario,
seguiremos haciéndole el juego a las estrategias del tipo de poder político que
no ha permitido desarrollar la economía ni la sociedad.
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