La guerra de Ucrania y la posverdad. Por: Manuel Amaya. (La Vega-Cundinamarca).

 

Fotografía de Eric Barbosa
El 24 de febrero se cumple un año del inicio de la guerra de Ucrania, aunque hay quienes piensan con buenas razones que se inició en febrero del 2014. Recuerdo, cuando empezaron los bombardeos por parte de los rusos, las primeras imágenes que pasaron por la televisión y por la prensa, y se propagaron a la velocidad de la luz en las redes sociales. Pronto se descubrió que algunas de esas imágenes correspondían a otras guerras, presentes y pasadas, e incluso a juegos bélicos de esos que juegan los niños frente a las pantallas, y no a la cruda realidad: se publicaba información falsa por parte de los medios de comunicación “serios” de Occidente. Desde el lado ruso no supe cómo se informaba, pero, aunque he sabido poco, se adivina que ocurrió algo parecido y se dio a conocer la otra versión, la que se quería que se supiera, y se mostraban otras imágenes que favorecían la actuación rusa en la guerra.

Vamos a cumplir un año de bombardeo informativo y esta es la hora en que no sabemos con certeza quién inició la guerra, si Rusia o Ucrania, en caso de que esos dos países sean los que están enfrentados. Se dice que en realidad son dos grupos económica, política, militar y culturalmente diferentes: uno comandado por Estados Unidos y la Unión Europea, y otro por Rusia y China. Que ambos bandos se disputan la hegemonía del mundo y escogieron como escenario para iniciar la confrontación bélica a Ucrania. El primer bando busca que los Estados Unidos sigan al frente de la hegemonía mundial en lo económico, político, militar, cultural, etc., como ha sucedido desde que cayó la Unión Soviética y el mundo pasó de un orden bipolar a uno unipolar. El segundo bando, abogaría por un nuevo orden mundial multipolar. Entre tanto, el pueblo ucraniano ha puesto cientos de miles de soldados muertos en la guerra y el pueblo ruso otros miles. Otros han vendido las armas y azuzan a los contendientes.

Invito a los lectores a un acto de credulidad, ahora que somos tan crédulos, por el cual aceptemos que con la actual guerra de Ucrania se juega la hegemonía del mundo entre los dos grupos mencionados. En consecuencia, lo primero que se ha logrado con esta guerra, aparte de los desastres mundiales en muchos aspectos y de los numerosos muertos es que, de hecho, el mundo ya esté dividido en dos bandos. También se están anunciando otras guerras que formarán parte de la misma disputa, entre ellas una posible guerra en Taiwán. Esta cadena bélica decidiría el nuevo orden mundial, unipolar o pluripolar, en caso de que la disputa no culmine en una guerra nuclear de consecuencias imprevisibles como la extinción de la especie humana y de la vida en la tierra.

¿Por qué soy tan dubitativo al escribir sobre esta guerra? Porque los verdaderos motivos del inicio de la guerra, lo que se busca alcanzar con ella, quiénes la promovieron, qué está sucediendo en realidad  —cosa que podemos saber si logramos burlar la información desinformativa para acceder a las esquivas verdades—, está oculto o desperdigado en el aplastante volumen de noticias que recibimos a diario. Vivimos en la época de la posverdad, una época en que la verdad parece inaccesible e importa menos que lo que una gran parte de la población mundial crea, sienta, desee y piense respecto de esta guerra y de lo que sucede en el mundo.

Quizá la posverdad —o conjunto de verdades alternativas, es decir, mentiras—, fue prevista como una manera de manipular los pensamientos y creencias de las personas adictas a las redes sociales. Quizá las verdades que debieran interesar a millones y millones de personas atrapadas en las redes sociales, las verdades que valen la pena, tienen algo de trágico u horrendo que la mayoría de las y los internautas no querría conocer, y que están dispuestos a cambiar, gustosos, por ilusiones. Quizá esas feas verdades están en poder de unos pocos que tienen sus veladas razones para maquillarlas y ocultarlas, para manipular los medios de comunicación y vender ilusiones al innumerable ejército de solitarios internautas que buscan su propia imagen ya no en el espejo de la casa sino en las selfis colgadas en las redes sociales.

Umberto eco, el gran intelectual italiano dijo: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad”. También dijo que “las redes sociales son el peor enemigo de la verdad”. Previó que las redes eran un medio ideal para la proliferación del cotilleo, las habladurías y el autoengaño. Que las redes sociales se convertirían en el “espejito espejito dime quién es el más bonito”; que les permitirían a miles de millones de individuos presentarse y verse como lo que no son, como quieren ser vistos. Aunque también es cierto que ese anhelo forma parte de nuestra condición de humanos y de la feria de las vanidades humanas, pues, para empezar, no otra cosa hacemos durante gran parte del día cuando soñamos despiertos y nos vemos, en la imaginación, mejores de lo que somos y actuando de manera más inteligente y con la eficacia que no logramos en gran parte de nuestras actuaciones diarias: somos idiotas consuetudinarios, espejismos de nosotros mismos, sobre todo cuando entramos en la realidad de las pantallas para gozarnos en los fantasmas producidos por la propia idiotez.

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