¿Los "ismos" o la condición humana? Por: Carolina Gavilán. (San Francisco-Cundinamarca).
A lo largo de la historia se han venido reivindicando toda suerte de luchas en las que el "oprimido" busca garantizar sus derechos en busca de una sociedad más equitativa. Es así como los sindicalistas, el ambientalismo o el feminismo han avanzado desde asuntos como la concientización a más sectores de la sociedad hasta cambios en las leyes de cada país.
Sin duda esto constituye un avance en la meta de tener una sociedad más humana en el planeta. Pero, ¿realmente la base del problema radica en consolidar esas luchas?
Hace mucho ya Foucault habló del tema al referirse a las relaciones de poder que se dan en todos los ámbitos de las relaciones interpersonales. Es inevitable que la sociedad humana se desarrolle en forma piramidal, pues nuestra diversidad de talentos nos pone en diferentes puntos de la pirámide en los distintos escenarios de la cotidianidad.
Hoy por hoy, por ejemplo, se ha logrado disminuir esa brecha que existe entre hombres y mujeres y aún cuando se ha avanzado en el tema, queda mucho por hacer. Sin embargo estos logros parciales han permitido que otros géneros diferentes al heteronormativo y patriarcal empiecen a ganar un espacio en dichas pirámides. Pero es ahí donde empezamos a notar que independientemente de quien sea el individuo que ostente el poder, la opresión continúa, puesto que no es el individuo per sé, sino su condición humana quien decide de qué manera ejercer ese poder.
Pareciera que el espíritu competitivo y la vanidad fueran inherentes al ser humano y en ese orden de ideas, cualquiera que sea quien lleve las riendas en un cargo de poder puede llevar a otros a la condición de oprimidos. Desde luego, no podemos desconocer que -aún en la actualidad- el patriarcalismo y el poder económico son quienes siguen predominando y gobernando irremediablemente. Pero muchos hemos venido observando que el espacio que han empezado a ganar aquellos que históricamente han sido relegados no ha disminuido el porcentaje de personas sublevadas. Esto ocurre simplemente porque más allá de la persona que llegué a representar a las minorías excluidas, sigue siendo un ser humano susceptible a los efectos casi narcóticos que da el poder.
Es por esto que, en la actualidad, también podemos ver denuncias por abuso de autoridad en representantes de todos los sectores, incluso aquellos que representan a los más subyugados. Pero la discusión se ha quedado en la defensa de unos u otros. Seguro tenemos humanistas machistas, ambientalistas corruptos, animalistas autoritarios y una interminable combinación de aquellos. Cuando el punto debe centrarse en nuestra condición humana, en nuestra capacidad de controlar nuestras más básicas y terrenales vanidades; esa, al parecer innata (o caprichosa) necesidad de dominación que no es más que el fruto de nuestras propias frustraciones es realmente el punto ciego que perpetúa la desigualdad. Por momentos he pensado que el camino es la educación, pero luego recuerdo las múltiples denuncias a académicos e intelectuales prestigiosos en el mundo y me queda un enorme sinsabor.
Pero a pesar de todo, de mi parte, seguiré en el activismo intentando reivindicar las luchas feministas, ambientalistas y de bienestar animal con la vaga esperanza de que aquellos que las lideren puedan superar sus propias ambiciones... ¿Qué otra cosa me queda por hacer?
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