Los tiempos de la juventud. Por: Eric Barbosa. (La Vega-Cundinamarca)
Unas décadas antes, a principios del siglo XX, jóvenes
latinoamericanos retaron las anacrónicas estructuras de dominación política y
del conocimiento. Desde la llamada Reforma de Córdoba, la región experimentó cada
vez más amplias manifestaciones populares, se desarrolló el pensamiento social
latinoamericano y se conformaron partidos políticos modernos como el Apra en el
Perú. Ejemplos los hay por montones y a veces no es necesario ir tan lejos.
Desde el 2019 hasta el 2021 el país presenció una
serie de movilizaciones y protestas sociales que no solo dejaron para la
historia nacional el paro más grande que alguna vez se hubiera visto, también generaron
las condiciones para que Colombia tuviera, por primera vez, un gobierno que
sintetizara las diversas luchas sociopolíticas del siglo XX y lo que va del XXI.
Eso fue posible, principalmente, gracias a la juventud colombiana. Me parece
que el presidente Petro y la vicepresidenta Francia le deben mucho a ese sector
de la población.
Fueron las muchachas y los muchachos quienes salieron
a las calles, aun a costa de sus vidas y su integridad para decirle “no más” a
las estructuras de dominación vertical que han caracterizado al país. Alzaron
sus voces en contra de una una sociedad en la que la mayoría de las
instituciones funcionan como una finca o parecido a un grupo armado, o la
combinación de ambas. En otras palabras, fueron protestas en contra de un país
organizado en torno a la violencia, en el que la mayor parte de la sociabilidad
parece un ejército o, al menos, se encuentran dirigidas por un capataz que
escupe órdenes; pues en la guerra no hay tiempo para debatir, pensar o
reflexionar, solo se necesita ejecutar, ejecutar acciones y a otras personas
solo porque el líder lo dice.
Fue ante una sociedad militarizada y paramilitarizada
que protestó la juventud. Hoy por hoy casi nadie de las generaciones más recientes
está dispuesto a seguir las órdenes ni a unirse o concertar con modelos autoritarios.
Entienden que, en esos casos, los llamados a la “unión” solo significan “sumisión”
a figurillas que consiguieron su poder y su plata a punta de abusos en un país
en el que la violencia es ley.
No obstante, cuando hablo de juventud, no solo me
refiero a una etapa del desarrollo corporal. También se trata de una manera de
comprender el mundo. En los tiempos que corren, me parece que ser joven
significa tener mayor sensibilidad por el diálogo, el debate argumentado y la
crítica a los modelos establecidos. Ser joven es impulsar la democracia y plantear
proyectos colectivos soportados por la ciencia y los consensos, pero siempre,
siempre, sin renunciar a la autonomía o al criterio propio. Por ello, es posible
encontrar viejos y viejas con ideas jóvenes, así como sardinos y sardinas que están
dispuestos a vender su voluntad por unos 800 mil pesos.
Hay viejos jóvenes que no pierden los bríos para
adelantar procesos de veeduría ciudadana, y hay jóvenes viejos que ven en la
política una vía para ejercer el mismo autoritarismo que caracterizaron a las
generaciones anteriores.
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