Los tiempos de la juventud. Por: Eric Barbosa. (La Vega-Cundinamarca)


Cada cierto tiempo irrumpen generaciones que cambian las cosas. 

A finales de la década de los sesenta, jóvenes europeos marcaron un cambio en las sensibilidades políticas. Desde entonces, la escena pública no ha podido excluir a los grupos que luchan por los derechos humanos, el medio ambiente o las diferencias sexuales y/o raciales.

Unas décadas antes, a principios del siglo XX, jóvenes latinoamericanos retaron las anacrónicas estructuras de dominación política y del conocimiento. Desde la llamada Reforma de Córdoba, la región experimentó cada vez más amplias manifestaciones populares, se desarrolló el pensamiento social latinoamericano y se conformaron partidos políticos modernos como el Apra en el Perú. Ejemplos los hay por montones y a veces no es necesario ir tan lejos.

Desde el 2019 hasta el 2021 el país presenció una serie de movilizaciones y protestas sociales que no solo dejaron para la historia nacional el paro más grande que alguna vez se hubiera visto, también generaron las condiciones para que Colombia tuviera, por primera vez, un gobierno que sintetizara las diversas luchas sociopolíticas del siglo XX y lo que va del XXI. Eso fue posible, principalmente, gracias a la juventud colombiana. Me parece que el presidente Petro y la vicepresidenta Francia le deben mucho a ese sector de la población.  

Fueron las muchachas y los muchachos quienes salieron a las calles, aun a costa de sus vidas y su integridad para decirle “no más” a las estructuras de dominación vertical que han caracterizado al país. Alzaron sus voces en contra de una una sociedad en la que la mayoría de las instituciones funcionan como una finca o parecido a un grupo armado, o la combinación de ambas. En otras palabras, fueron protestas en contra de un país organizado en torno a la violencia, en el que la mayor parte de la sociabilidad parece un ejército o, al menos, se encuentran dirigidas por un capataz que escupe órdenes; pues en la guerra no hay tiempo para debatir, pensar o reflexionar, solo se necesita ejecutar, ejecutar acciones y a otras personas solo porque el líder lo dice.

Fue ante una sociedad militarizada y paramilitarizada que protestó la juventud. Hoy por hoy casi nadie de las generaciones más recientes está dispuesto a seguir las órdenes ni a unirse o concertar con modelos autoritarios. Entienden que, en esos casos, los llamados a la “unión” solo significan “sumisión” a figurillas que consiguieron su poder y su plata a punta de abusos en un país en el que la violencia es ley.

No obstante, cuando hablo de juventud, no solo me refiero a una etapa del desarrollo corporal. También se trata de una manera de comprender el mundo. En los tiempos que corren, me parece que ser joven significa tener mayor sensibilidad por el diálogo, el debate argumentado y la crítica a los modelos establecidos. Ser joven es impulsar la democracia y plantear proyectos colectivos soportados por la ciencia y los consensos, pero siempre, siempre, sin renunciar a la autonomía o al criterio propio. Por ello, es posible encontrar viejos y viejas con ideas jóvenes, así como sardinos y sardinas que están dispuestos a vender su voluntad por unos 800 mil pesos.  

Hay viejos jóvenes que no pierden los bríos para adelantar procesos de veeduría ciudadana, y hay jóvenes viejos que ven en la política una vía para ejercer el mismo autoritarismo que caracterizaron a las generaciones anteriores.

En cualquier caso, si me lo preguntaran, no creo que las luchas de clases sean el motor para la historia. De hecho, no creo que existan motores únicos que expliquen los cambios en los pensamientos y en las sociedades durante el tiempo. Sin embargo, lo que sí pienso es que, de tanto en tanto, nacen personas en circunstancias donde los modelos de organización se encuentran deteriorados y están dispuestas a cambiarlo para que la comunidad también cambie sus valores y recobre sus bríos. Eso es los que está sucediendo, son los tiempos en que la juventud está remodelando la casa.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El retorno de los ameritas. Por: Nicolás Castro. (Chía-Cundinamarca)

La muchacha. Por: Nicolás Castro. (Bogotá-Distrito capital)

Extraño. Por: Nicolás Castro. (Bogotá, Colombia)