Vacas: salud humana, cambio climático, política y economía. Por: Álvaro Enciso Prieto. (Nocaima-Cundinamarca).


La actividad económica de la ganadería vacuna tiene múltiples connotaciones de tipo ambiental, económico, social y de salud humana que, en conjunto, generan más perjuicios que beneficios para la sostenibilidad de nuestro planeta.

En la salud humana son muchos los estudios y conclusiones que se ocupan de los efectos nutricionales y fisiológicos del consumo de las carnes rojas, entre otros los que tienen que ver con la presencia de radicales libres y cáncer. Sin desconocer los enfoques culturales, religiosos y filosóficos asociados al consumo de la carne, como en el caso del hinduismo, el mundo es testigo del advenimiento de nuevas corrientes del vegetarianismo enfocado a la salud humana.

Un aspecto no menos importante a considerar es el precio de la carne en los mercados nacionales, y que, como producto tradicional de la canasta familiar, ha venido experimentando incrementos de hasta el doble, en los últimos 3 años, obedeciendo a factores especulativos asociados a dinámicas del mercado que incluso tienen que ver con el aumento de las exportaciones de ganado en píe a Europa y el medio oriente.

Por otro lado, en países como el nuestro el aumento de áreas en pastos y cabezas de ganado se co-relaciona con efectos ambientales como emisión de metano, tala de bosques, erosión de suelos, pero también con tenencia y relaciones de producción asociadas a desplazamientos, violencia con referencia especial a la relación de la ganadería, con gobernantes cuestionados, narcotraficantes, guerrillas y paramilitarismo.

Preocupa mucho una amenaza en ciernes relacionada con la crisis del monocultivo de la caña panelera, en particular en el occidente de Cundinamarca, cuyo producto final está sometido a la eterna inestabilidad de los precios, por la prevalencia de un modelo de mercado especulativo e inequitativo, al que se suma la escasez de talento humano para las duras labores de cultivo y procesamiento, agravado por el envejecimiento y el escaso, o nulo, relevo generacional de los dueños de fincas paneleras, lo que está generando un peligroso cambio de vocación del uso de la tierra: la potrerizaciòn de las laderas en las zonas paneleras.

Por todo esto es necesario plantear propuestas que aporten a la mitigación de los efectos ambientales de la producción ganadera, desarrollando modelos de producción que contemplan además la necesidad de la seguridad alimentaria colombiana, aprovechando los recursos ambientales de los ecosistemas de valles interandinos y zonas de ladera del país, como los frutales de clima medio y el cacao, por supuesto con el respaldo de todos los aparatos institucionales para asegurar precios y mercados justos.

Modelos productivos basados en conceptos como la permacultura o agricultura permanente desarrollado por los australianos Bill Mollison y David Holmgren, contraponiéndola a la agricultura convencional con alto uso de recursos externos como agroquímicos y semillas y alto impacto en el suelo, aguas, aire y biodiversidad.

Este modelo se adapta en lo productivo a las condiciones agroecológicas, sociales y económicas particulares de cada localidad y contempla principios y tecnologías sostenibles para el reúso de agua, la generación eléctrica, las nuevas tecnologías para el control electrónico de los comportamientos bio-productivos que incluye el uso especies menores para satisfacer las necesidades de los que requieran las proteínas animales en su dieta.

Está por hacerse una tarea de mayor impacto a nivel de la seguridad alimentaria de los colombianos y es la de generar y aplicar estrategias productivas y pedagógicas, que nos lleven a dejar de depender de las carnes rojas como fuente principal de proteínas, y complementarlas o reemplazarlas por otras fuentes, suficientemente probadas y menos dañinas para la salud, el medio ambiente y la convivencia social.

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