Cultura traqueta (i): voltear la tierra. Por: Eric Barbosa. (La Vega-Cundinamarca)
Hablar de toda una cultura narco no es exagerado, pues
el brazo económico que se logra con el tráfico de las drogas ha permitido agarrar
otros ámbitos formadores de opinión, por ejemplo, la política o el empresariado.
Por ello, no es extraño que existan concejales que busquen enriquecerse a toda
costa como si fueran narcos o gerentes que privilegien los timos al igual que
los mafiosos. En todo caso, el capitalismo a la colombiana parece ser un
sistema que funciona con la trampa. La competencia en los mercados no se da por
cuánta inteligencia se invierte para crear nuevos productos, sino por cuánta inteligencia
se invierte para ser más corrupto y/o sonsacarles dinero a los clientes.
El problema de ello es que el sistema funciona generando
víctimas.
Uno de los fenómenos que mejor demuestra los
engranajes de la cultura traqueta es el “volteo de tierras”. Desde que se
conoció dicha problemática en la década de los 2000, no parecen existir
demasiados avances para combatirla y todavía son los pueblos aledaños a las
grandes ciudades los mayores afectados. De hecho, no comprendemos muy bien de
qué se trata, pues también hace falta que la academia y la investigación social
se preocupen por este tipo de situaciones, pero, como siempre ocurre, las
dinámicas de las grandes ciudades -como Bogotá- terminan ocultando lo que
sucede en el vecindario -como en Cundinamarca-; y es en las sombras donde normalmente
se cocinan los mierderos.
Pero ¿qué es esto del volteo de tierras?
Para comprenderlo, se deben tener presentes al menos
dos leyes: la Ley 388 de 1997 y la Ley 902 de 2004. Ambas son importantísimas,
pues, con la primera se prohíbe la intervención de algunos suelos por razones
de seguridad alimentaria o de sostenibilidad ambiental (lo cual debe quedar en
los planes de ordenamiento territorial) y, con la segunda, se les permite a los
alcaldes modificar o quitar dichas prohibiciones si existen razones y estudios
técnicos; ello se sustenta en la autonomía que deben tener los municipios.
La cosa es la siguiente: las zonas agrícolas o las que
presentan riesgo ecológico o medioambiental no valen mucho dentro del mercado
de la tierra. Se puede pensar en un territorio que se ha considerado peligroso
por inestabilidad geológica mediante la Ley 388 de 1997. Por tanto, en el Uso
del suelo municipal se prohibirá cualquier tipo de actividad económica allí y
se prefiere proteger la vida frente a los posibles desastres. Así, es obvio que
esa propiedad no tendrá mucho valor económico porque será muy poca la plata que
se podrá hacer con ella.
Sin embargo, aún así llegan compradores que adquieren
la tierra muy barata y pensando en grandes proyectos de vivienda, aunque la ley
no permita. Pero estamos en Colombia y eso quiere decir que todo está en
veremos. Como les conté, la Ley 902 de 2004 le permite a los alcaldes modificar
las prohibiciones si hay razones técnicas. Por ello, solo se necesita financiar
la campaña de algún candidato u ofrecer ciertos sobornos para hacer que los “estudios
técnicos” digan que es posible construir donde antes no se podía. Y así ocurre.
El peligro ambiental deja de existir en el papel y la tierra que antes no valía
nada, ahora empieza a valer mucho. Ese cambio exorbitante de precios es la condición
perfecta para lavar dineros mal habidos, que por lo general provienen del
narcotráfico.
(En cuanto a ello, súmese que las construcciones en
terrenos peligrosos se hacen con materiales de baja calidad y omitiendo
detalles de las normas técnicas de construcción para que salga más barato, es decir, tener mayor espacio que justifique los dineros ilegales y ganar más con menos).
En definitiva, de un terreno barato y peligroso se sacan decenas de apartamentos o casas construidas en lo rural, pero siguiendo las demarcaciones de lo urbano. Los compradores de tales proyectos de vivienda, comunmente, llegan sin saber todo el trasfondo e invierten sus ahorros de vida. Si una tragedia llegase a ocurrir, y quedan en la ruina, la respuesta de las autoridades es fácil: la culpa fue del clima, del cambio climático, pero los jodidos, como casi siempre, son los que menos velas tienen en el entierro, la vida silvestre y las personas que solo quieren descansar. En cambio, los perpetradores del volteo, que combinaron la corrupción política con la negligencia de las empresas constructoras y el narcotráfico, se van con las maletas llenas de dinero en busca de otros terrenos para construir. Así se continúa con el ciclo de la cultura traqueta, la cual algunos incautos la llaman “progreso”.
Tanta impunidad y amangualamiento debe parar. Creo que llegó el momento político e histórico de meterlos en cintura para salvar lo que pueda ser salvado. Denunciar todo esto ya es un comienzo positivo para tomar conciencia e ir a la raíz de los problemas, cabe dentro de los planes de prevención de desastres; solo es tener personas y colectivos que tomen las riendas de su propio proceso libertario y de mejoramiento de sus condiciones de vida. gracias por estos artículos esclarecedores del trasfondo de lo que sufrimos sin sospechar quien los provoca.
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