Cundinamarca: tierra de ensueño, el cerro Majuy. Por: Julio César Guasca. (Suacha-Cundinamarca)
Cota es una pequeña
población ubicada al noroccidente de Bogotá, en la provincia de la Sabana
Centro. Es pequeña comparada con otras que se localizan en la misma zona, pero
que por las dinámicas de la globalización está experimentando un constante
crecimiento urbano influido por Bogotá. En el paisaje rural cercano a la
población, es posible observar pequeñas parcelas de tierra cultivada y al lado
casas o bloques de apartamentos destinados para personas de estrato medio que
por lo regular trabajan en el sector financiero o ejecutivo de la capital. En
ese sentido, la población está transitando hacia una conversión de su vocación
agrícola y ganadera a la expansión urbanística, esto muy seguramente estimulado
por políticas económicas relacionadas con el cambio del uso del suelo, tal como
sucede con otras poblaciones de la Sabana.
Cota no tiene una plaza
central como la mayoría de las poblaciones colombianas, esto probablemente se
deba a que en el pasado en casco urbano debió ser trasladado a raíz de las
inundaciones y sismos que con alguna frecuencia impactaban la zona. No
obstante, la población tiene una particularidad y es la de tener un cerro
tutelar llamado el Majuy, el cual a su vez hace parte de otro conjunto de
montañas que están en el centro de la sabana y que pareciera son una franja
divisoria que la geología impuso. Este cerro, así como muchos otros es una
maravilla de la naturaleza y logra visualizarse desde Bogotá y otras
poblaciones de la sabana.
La particularidad de esta
formación montañosa es que es un lugar sagrado para el pueblo Muisca, de hecho,
en la actualidad allí hay un resguardo que se ha convertido en el guardián del
cerro y que pese a los cambios de los tiempos tratan de conservar parte de la
cultura de los Muiscas, que de paso sea dicho ha sido profundamente
tergiversada o distorsionada. Hay un sendero habilitado para visitantes,
quienes pueden ascender hasta un punto que se denomina las antenas; el ascenso
a buen ritmo se puede hacer en un tiempo estimado de 60 y 90 minutos. En el
transcurso de la caminata se contemplan pequeñas fincas cuyos dueños son
integrantes del resguardo. El ascenso es un poco denso, pero vale la pena
porque se reactivan los músculos y los sentidos al exigir de ellos un poco de
esfuerzo, por lo que el cuerpo fundamentalmente se conecta con el lugar.
Es posible observar en el
intersticio de la caminata una que otra pictografía que indica que desde
tiempos remotos el cerro ha sido testigo del desarrollo de la cultura Muisca.
Sin embargo, al llegar a la cima de este, se puede contemplar un paisaje
sinigual; el de la sabana de Bogotá, poblaciones como Chía, Cota, Tenjo y la
gran mancha urbana de la capital del país son perfectamente visibles desde
allí. La vista es maravillosa desde la cima, y por tanto es perfectamente un
sitio para la meditación y si se quiere la reconexión espiritual con la
naturaleza, pero también para el análisis y aprendizaje geográfico e histórico.
Siempre es reconfortante
cada cierto tiempo reconectar nuestros vínculos con la naturaleza, y una visita
al Cerro del Majuy puede ser una estupenda oportunidad para ello. Lo importante
es aprender del lugar, contemplarlo y explorarlo no solamente para tener una
anécdota más en el registro de nuestros lugares visitados, por el contrario,
subir el Majuy puede ser una experiencia de tipo espiritual o esencial, aunque tampoco
llegando al extremo de conferirle un vacía ilusión hippie cósmica, y convertir
al sitio en un destino de constantes visitas que degraden el equilibrio y la
tranquilidad del lugar por quienes buscan supuestas experiencias
trascendentales. En síntesis, visitar el
Majuy puede ser una experiencia interesante para salir del afán del día a día,
experiencia marcada por reflexiones que van desde lo histórico y lo geográfico.
Cundinamarca tiene maravillas escondidas o no muy reconocidas y quizás el Majuy
sea una de ellas.
Comentarios
Publicar un comentario