Cundinamarca: tierra de ensueño, Mondoñedo. Por: Julio César Guasca. (Suacha-Cundinamarca)


En esta ocasión quisiera escribir sobre un lugar que básicamente en nuestro departamento no se caracteriza por “nada en especial”, porque sencillamente allí no hay nada, o como lo enunciaría el antropólogo francés Marc Auge, Mondoñedo sería un “No lugar”. Esto elementalmente  consiste en la ausencia de arraigo, utilidad o funcionalidad de un lugar, por lo que las personas sencillamente lo consideran un sitio de paso, el cual es prácticamente inexistente para la percepción de muchos; es decir, el lugar se invisibiliza porque no tiene ninguna particularidad o significación.

Siguiendo con la idea de no lugar, Mondoñedo se pierde para los cundinamarqueses porque allí hay un relleno sanitario a donde van a parar las basuras de medio departamento, además porque allí no hay ningún tipo de sitio turístico que visitar, pese a que es una obligada ruta para los que se quieran movilizar hacia la sabana occidental desde el sur, o para quienes deseen tomar la avenida longitudinal para entrar a Bogotá por la calle 13 y sin tener que atravesar media ciudad. No obstante, a juicio propio, Mondoñedo es un paisaje olvidado que tiene unas particularidades que valdría la pena mencionar.

Lo primero es que hay una cadena de colinas cubiertas con una seca vegetación, y con unos constantes procesos de erosión eólica y pluvial, en las cuales se van formando cárcavas de diferentes coloraciones, dándole al paisaje un matiz sin igual. Solo habría que visitar el denominado desierto de Zabrinsky que se localiza en el sector, un tanto parecido al que hay en Estados Unidos (de ahí que se toma el nombre) para dar cuenta de lo interesante de dicho paisaje. Aunque estos procesos de erosión han sido acelerados por la ganadería que en la zona tuvo lugar intensamente siglos atrás. No obstante, dicho fenómeno parcialmente natural y parcialmente provocado, está siendo fuertemente impactado por la actividad minera que con rapidez avanza sobre la cadena de montañas y colinas, específicamente entre las inmediaciones de Suacha y Bojacá.  

Por otro lado, de las colinas se desprenden un conjunto de rocas que al parecer se formaron a finales del cretáceo, y que dan la apariencia de ser huevos prehistóricos, como diría Garcia Márquez en una de sus obras. Al mismo tiempo, estas rocas al ser la huella indeleble del tiempo, también dan testimonio de haber visto pasar a los primeros grupos humanos de la región, quienes a su vez dejaron su impronta en forma de extrañas pinturas en sus paredes; líneas rojas, ocres y púrpuras decoran algunas de las rocas que se desgranas de las colinas de Mondoñedo.

Ni que decir del paso de la colonia, puesto que son varias las haciendas que allí tratan de resistir a los embates de los tiempos modernos; Fute y Canoas son dos de las más representativas haciendas que en la actualidad existen y que dan cuenta de la marca española por estas latitudes, en sus fachadas se podría advertir que los siglos han pasado y que deben ser muchas las historias que se guardan herméticamente dentro de las paredes de las coloniales edificaciones. William Ospina llegó a afirmar que quizás el tiempo por allí no pasaba, por eso es que este lugar está en el olvido.

Por último, y volviendo a los temas de la ecología, es allí donde se ubica el borde geográfico entre las tierras del altiplano, que en esta zona se convirtieron en extensas praderas para el pastaje del ganado de las haciendas, y las zonas de vertiente que poco a poco van buscando las planicies del valle del Magdalena; recordando que dicho borde está fragmentado por una tenue faja de bosque de niebla (del cual hablé en el anterior escrito). Es así que Mondoñedo para muchos es simplemente un corredor vial en medio de un lugar que se presenta como vacío y sombrío, pero para unos pocos se constituye en un lugar que por las lógicas de la modernización o del progreso, fue despojado de su identidad o convertido en un No lugar, pero que detrás de él habría una historia que recordar y una bella geografía que valdría la pena explorar. 

Comentarios

  1. Hermoso y dolorosa descripción de un lugar que otrora fue un paraíso y ahora el hombre que todo lo arruina lo convirtió en un muladar si retorno.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Gracias por escribir y llamar la atención sobre este territorio. Me permito acotar que en los últimos años se está investigando y revalorando este paraje de la sabana de Bogotá, pues en el confluyen múltiples aspectos del patrimonio natural y cultural, y en particular el arqueológico y paleontológico que poco a poco están saliendo a la luz: “Campo de Gigantes de Mosquera. Un paisaje patrimonial en riesgo” https://www.youtube.com/watch?v=pKjKP1dfVIE / “Plan de Manejo Arqueológico del Sitio con Arte Rupestre de las Rocas de Usca (Vereda Balsillas, Mosquera)” https://openarchive.icomos.org/id/eprint/2792/ “La antelia de Fute: un excepcional meteoro en la Sabana” https://divulgark.wixsite.com/sabanografias/post/anteliadefute Saludos!

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