El síndrome de Asperger o del que todo le resbala. Por: José Uriel Leal Zabala. (San Francisco-Cundinamarca)


En nuestra comunidad educativa, la lucha, el rechazo del otro, el odio, que entre otras cosas está en herencia cultural del hombre, no es la variable comunicativa dominante; existe una más grave y mortal: la indiferencia.

La manera más popular de rehusar al otro -de batallar contra su intromisión en nuestra existencia- es la indiferencia. Es el arma esencial de los débiles, de los derrotados y también de los hastiados.

Como la mayoría de las personas están convencidas de que no se debe esperar beneficio alguno de los demás, lo más razonable es adoptar una actitud indiferente. La gente busca a los demás cuando los motiva un interés en particular, de lo contrario afectan ignorar hasta su existencia.

El ser humano que sólo encuentra indiferencia en su derredor, se refugia en su abandono, en su desesperación, en su tristeza y su vida pierde significación espiritual y acoge el principio de la inercia sufriendo el síndrome del “importanculismo”.

La primera víctima será el indiferente, que, al hacerlo se incapacita para amar, se encierra en su prepotencia, en su orgullo, en su autosuficiencia, pierde sensibilidad, se endurece más y más hasta la avaricia y la misantropía y todo ello lo conduce a la NEUROSIS, a la misma demencia.

Muchos de nuestros docentes son percibidos por la comunidad educativa como seres amargados, inabordables, que rehúsan mirar al otro cuya presencia conoce, pero no lo concita a com-partir, a co-pensar a con-sentir. Para estos docentes la piedad o el interés por su prójimo (próximo) no cabe en su existencia. Ve a sus alumnos (sin luz) como instrumentos o mecanismos que puede utilizar para determinados fines; no se encuentra con los otros, pasa de largo como entre cosas o animales y apenas los roza; o bien los evita adrede, como quien evita unas filosas piedras o un grupo de cardos que encuentra en su camino; se niega a imaginar que sus pupilos pueden necesitar de él o ella; sabe que los demás lo ven y lo juzgan, pero se esfuerza por no saberlo.

La indiferencia convertida en principio de la vida colectiva hace que no nos reconozcamos como seres humanos. El costo es que los demás toman una actitud revanchista y responden con más indiferencia o con odio; lo que aumentará el sufrimiento mutuo. No podemos esperar ningún resultado positivo de la actitud indiferente frente al otro.

Comentarios

  1. Soy un ser indefenso e incierto, mas no indiferente, que trasiega bajo el estigma de la insuficiencia, de su sabida impotencia e inanidad para conjurar los perversos poderes entornales y escapar airoso de la monumental fuerza de la inercia e inmovilidad modernista; me siento tan fúnebre como esta provincia gualiveña y la plaga que la habita, y mi lucha es infructuosa contra el conformismo, la ignominia y la mediocridad social exponencial; mis exploraciones agobiantes lindan con la psicosis, los estados alterados de conciencia, lo onírico, lo desconocido y me sumerjo o zambullo en viajes reales, simbólicos o imaginarios en la búsqueda de mi mismidad, de lo esencial que aún queda en mí…

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