La cuestión de Alejandro Gaviria. Por: Eric Barbosa. (La Vega-Cundinamarca)

En los últimos días hubo mucho revuelo por los cambios en el gabinete ministerial del gobierno Petro. La sorpresa fue innegable, pues cuando distintos sectores pidieron la remoción de la ministra de Minas, Irene Vélez, se argumentó que era muy pronto y que se debía esperar para que presentara algunos resultados, pero ahora se fueron dos ministras y un ministro sin que alcanzaran a radicar reformas significativas para sus ramos y sin que mediara alguna controversia de renombre… Bueno, estuvo la cuestión de la información filtrada y luego publicada por el portal Cambio, no obstante, en ello estuvo involucrado Alejandro Gaviria y otros ministros, pero no precisamente Patricia Ariza o María Isabel Urrutia, las otras dos titulares de cartera a las que se le pidió desocupar el cargo.

¿Entonces qué? ¿Para algunas oficinas gubernamentales sí es válido lo de esperar un tiempo y para otras no? Creo que el asunto con MinCultura y MinDeporte amerita una explicación más sólida por parte del Gobierno Nacional. Mientras tanto, me permitiré decir lo que pienso sobre el asunto del Ministerio de Educación.

En mi opinión, el nombramiento de Alejandro Gaviria se hizo por su significado político, pues, aunque no tuvo muchos votos en la consulta de la coalición Centro Esperanza y no representaba grandes movimientos sociales, al parecer, con su presencia en el gobierno se daría un parte de tranquilidad para quienes se mostraban preocupados por el radicalismo que pudiera traer el cambio. El cálculo político fue atraer al sector de los indecisos del centro y poner la balanza en favor del Pacto Histórico sin comprometerse con ningún Fajardo o Galán. Hoy me pregunto si eso era realmente necesario.

Justamente, el despido de Gaviria ha despertado los temores sobre el autoritarismo de Petro. Son los sectores que se intentó atraer con el exministro, más la derecha incendiaria al estilo de María Fernanda Cabal, quienes ahora hacen alaraca por la supuesta arbitrariedad del presidente. Pero se deben poner las cosas claras. Gustavo Petro tiene la responsabilidad de generar un gobierno cohesionado para materializar sus propuestas de campaña. De lo contrario, hoy le estaríamos reprochando por su tibieza y oportunismo. Por eso, no creo que el error haya sido cambiar a Gaviria, lo problemático fue haberlo nombrado desde el principio.

Como dije en mi columna anterior, Petro y Francia tienen una deuda grande con la juventud colombiana. Fue gracias al liderazgo de las juventudes en las recientes movilizaciones sociales que el progresismo logró la victoria en las elecciones presidenciales. Eso no se hubiera conseguido sin las ideas, la alegría e incluso el sacrificio de las generaciones más jóvenes. Sin embargo, el nombramiento de Alejandro Gaviria -justo en la cartera de Educación- no se compadeció con el esfuerzo de la muchachada. ¿Era oportuno arriesgar el apoyo juvenil por unos votos del insípido centro?  Insisto en que, la verdad, no lo se.

En política a veces es necesario generar pactos y ceder en algunas posiciones para alcanzar la gobernabilidad. Eso me ha parecido comprensible para ministerios como el de Hacienda o el del Interior, en los cuales se requiere visiones multipolares y técnicas. Pero no para el caso del Ministerio de Educación. No tengo nada personal en contra de Gaviria. De hecho, me parecieron loables sus intentos de llenar de Ciencias Sociales los distintos espacios de la Universidad de Los Andes durante su rectoría. Sin embargo, una cosa es administrar Los Andes y otra es comprender las demandas del movimiento estudiantil colombiano.

Gaviria me parece una figura ajena para la juventud que salió a las calles. No lo recuerdo como un crítico agudo de la Ley 30 de Educación Superior ni nada por el estilo. Tampoco lo reconozco como un hombre síntesis capaz de recoger las preocupaciones de dicho sector. Incluso porque hay diferencias de principios. El exministro tiene una visión de la sociedad cercana al neoliberalismo y a las escuelas neo-institucionales de la economía. Eso quiere decir que hay cierta tendencia al fomento de las privatizaciones y por impulsar que lo público funcione con los mismos criterios del sector privado. Curiosa paradoja, pues la juventud artífice del cambio exigió y exige, entre otras cosas, el fortalecimiento de la educación pública y que el Icetex deje de funcionar como un banco privado.

Entonces, ¿de dónde salió la idea de nombrarlo ministro de Educación?

El sector juvenil y educativo debió ser uno de los primeros a los cuales se les plantearan las reformas. No solo porque es el que ha liderado la protesta social, también porque, siendo tan crítica como lo es la juventud, seguro estará dispuesto a adelantar manifestaciones en contra del Gobierno Nacional sin ningún miramiento. De hecho, desde la Universidad Nacional de Colombia ya soplan vientos de paro debido a la perene desfinanciación. El cambio no se ha notado demasiado en ese sentido. Así, la salida de Gaviria me parece una buena oportunidad para empezar a responderle en serio a las nuevas generaciones del país. Ojalá la presidencia atienda este tipo de llamados.   


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