La cuestión de Alejandro Gaviria. Por: Eric Barbosa. (La Vega-Cundinamarca)
¿Entonces qué? ¿Para algunas oficinas gubernamentales
sí es válido lo de esperar un tiempo y para otras no? Creo que el asunto con
MinCultura y MinDeporte amerita una explicación más sólida por parte del Gobierno
Nacional. Mientras tanto, me permitiré decir lo que pienso sobre el asunto del
Ministerio de Educación.
En mi opinión, el nombramiento de Alejandro Gaviria se
hizo por su significado político, pues, aunque no tuvo muchos votos en la consulta
de la coalición Centro Esperanza y no representaba grandes movimientos sociales,
al parecer, con su presencia en el gobierno se daría un parte de tranquilidad
para quienes se mostraban preocupados por el radicalismo que pudiera traer el
cambio. El cálculo político fue atraer al sector de los indecisos del centro y
poner la balanza en favor del Pacto Histórico sin comprometerse con ningún
Fajardo o Galán. Hoy me pregunto si eso era realmente necesario.
Justamente, el despido de Gaviria ha despertado los
temores sobre el autoritarismo de Petro. Son los sectores que se intentó atraer
con el exministro, más la derecha incendiaria al estilo de María Fernanda
Cabal, quienes ahora hacen alaraca por la supuesta arbitrariedad del presidente.
Pero se deben poner las cosas claras. Gustavo Petro tiene la responsabilidad de
generar un gobierno cohesionado para materializar sus propuestas de campaña. De
lo contrario, hoy le estaríamos reprochando por su tibieza y oportunismo. Por
eso, no creo que el error haya sido cambiar a Gaviria, lo problemático fue
haberlo nombrado desde el principio.
Como dije en mi columna anterior, Petro y Francia
tienen una deuda grande con la juventud colombiana. Fue gracias al liderazgo de
las juventudes en las recientes movilizaciones sociales que el progresismo logró
la victoria en las elecciones presidenciales. Eso no se hubiera conseguido sin
las ideas, la alegría e incluso el sacrificio de las generaciones más jóvenes. Sin
embargo, el nombramiento de Alejandro Gaviria -justo en la cartera de Educación-
no se compadeció con el esfuerzo de la muchachada. ¿Era oportuno arriesgar el
apoyo juvenil por unos votos del insípido centro? Insisto en que, la verdad, no lo se.
En política a veces es necesario generar pactos y ceder
en algunas posiciones para alcanzar la gobernabilidad. Eso me ha parecido comprensible
para ministerios como el de Hacienda o el del Interior, en los cuales se
requiere visiones multipolares y técnicas. Pero no para el caso del Ministerio
de Educación. No tengo nada personal en contra de Gaviria. De hecho, me
parecieron loables sus intentos de llenar de Ciencias Sociales los distintos
espacios de la Universidad de Los Andes durante su rectoría. Sin embargo, una
cosa es administrar Los Andes y otra es comprender las demandas del movimiento
estudiantil colombiano.
Gaviria me parece una figura ajena para la juventud
que salió a las calles. No lo recuerdo como un crítico agudo de la Ley 30 de
Educación Superior ni nada por el estilo. Tampoco lo reconozco como un hombre
síntesis capaz de recoger las preocupaciones de dicho sector. Incluso porque
hay diferencias de principios. El exministro tiene una visión de la sociedad
cercana al neoliberalismo y a las escuelas neo-institucionales de la economía.
Eso quiere decir que hay cierta tendencia al fomento de las privatizaciones y por
impulsar que lo público funcione con los mismos criterios del sector privado. Curiosa
paradoja, pues la juventud artífice del cambio exigió y exige, entre otras
cosas, el fortalecimiento de la educación pública y que el Icetex deje de
funcionar como un banco privado.
Entonces, ¿de dónde salió la idea de nombrarlo
ministro de Educación?
El sector juvenil y educativo debió ser uno de los
primeros a los cuales se les plantearan las reformas. No solo porque es el que ha
liderado la protesta social, también porque, siendo tan crítica como lo es la
juventud, seguro estará dispuesto a adelantar manifestaciones en contra del Gobierno
Nacional sin ningún miramiento. De hecho, desde la Universidad Nacional de
Colombia ya soplan vientos de paro debido a la perene desfinanciación. El
cambio no se ha notado demasiado en ese sentido. Así, la salida de Gaviria me
parece una buena oportunidad para empezar a responderle en serio a las nuevas
generaciones del país. Ojalá la presidencia atienda este tipo de llamados.
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