Carta de renuncia de una "nadie" a un Partido de los de siempre. Por: Carolina Gavilán. (San Francisco-Cundinamarca)



Después de tantos años buscando la victoria de un gobierno progresista, que le apostara al cambio y trabajara por los históricamente excluidos, fuimos muchos los ciudadanos de a pie que nos animamos a apoyar con nuestro activismo este proceso. Pero, para ello resultaba ineludible participar en el ejercicio político, que a muchos nos ha causado escozor, pues las “tradicionales prácticas politiqueras” nunca han sido del agrado de una parte de la sociedad, sobre todo de aquella que se interesa por el bien colectivo. 


La mejor vía para este propósito fue pertenecer a un partido progresista, y qué mejor que elegir al mismo partido que construyó nuestro presidente Petro, Colombia Humana. Con entusiasmo inicié el ejercicio político mostrando las necesidades de los territorios en sus diferentes aspectos, pero, rápidamente, la politiquería tradicional de cada departamento también comenzó con su estrategia de siempre: cambiarse la camiseta por la que esté de moda. Fue así como los politiqueros de marras de cada región, sin ningún pudor, soltaron las banderas de Uribe, de Duque o de Vargas Lleras para ahora ondear las del progresismo. Y ¿cómo ingresaron?, pues como lo hace cualquier patógeno en un tejido vivo: por el lado más vulnerable, es decir, convenciendo a los militantes ávidos de contratos y poder local. Ello, además, lo impulsó una Junta Nacional que, al irse desdibujando por el retiro de los miembros idóneos, transparentes y leales a la causa, -tras sus nombramientos y participación en el Gobierno Nacional-, quedó reducida a escombros y compuesta ahora por un ramillete de personas que no se diferencian en nada de los militantes del Centro Democrático, el Partido de la U o de Cambio Radical. Allí empezó la carnicería a los progresistas y petristas de base, que no pudieron resistir la aplanadora gamonal que arrasó y a su paso solo dejó a los militantes que se acomodaron a esas lógicas clientelistas tradicionales. 


Debo reconocer que Colombia Humana me permitió aprender sobre formación política y sobre las distintas instancias de apelación para defender nuestros derechos ciudadanos. Esto lo pude hacer, pero no precisamente por alguna escuela de liderazgos que hubiera organizado, sino por la cantidad de atropellos que recibí como mujer política, los cuales me obligaron a estudiar sobre las formas de defenderme y a comprender las causas que llevan a que los partidos emergentes de izquierda terminen en las tendencias de centro derecha. 


Todas las formas de inoperancia e impunidad frente a la violencia política de género las viví aquí, precisamente en el lugar donde muchas mujeres, lideresas nacionales -varias de ellas elegidas por voto popular- han enarbolado las banderas del feminismo, pero únicamente para ganar votos porque su apatía fue total. En Cundinamarca, y en otros departamentos, toqué las puertas de mujeres congresistas sin encontrar ni siquiera una actitud sorora de su parte; mujeres que terminan desarrollando su trabajo en y por el privilegio patriarcal que tanto vociferan en su falso discurso. 


Creo en la presidencia de Gustavo Petro, creo que llegó a cambiar por completo la forma de gobernar y que no la tiene fácil. Él ha pedido que no lo dejemos sólo, pero seguir en un movimiento donde se atrinchera lo más rancio de la politiquería nacional no es la mejor forma de acompañarlo.

  

Este es un gobierno popular, no uno de gamonales y lobistas de pasillo. Gustavo Petro, a diferencia de Marco Emilio Hincapié, no se sienta en un trono para dictaminar órdenes de manera autoritaria, déspota y patriarcal. Petro escucha a la gente, recoge su sentir y propende por garantizarle sus derechos.

 

Después de haber sido vulnerados todos mis derechos constitucionales y de mujer por hacer política; después de ser amenazada y, por otro lado, ignorada por las directivas, me encuentro desconcertada y asqueada. Es por ello que abandono este partido de centro, que fue cooptado hasta los tuétanos por la misma gente que ha gobernado en los municipios por 200 años. Me retiro porque -como pregona Francia Márquez- la dignidad debe volverse una costumbre, y aquí intentan quitárnosla a las mujeres.

  

Confiada en el cambio de mentalidad que se ha dado en los últimos años, espero que nuevos liderazgos lleguen a tomar el poder local, porque el cambio que plantea Petro no podrá darse si los mismos con las mismas siguen teniendo el poder regional. 

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