Cundinamarca, tierra de ensueño, la Sabana de Bogotá. Por: Julio César Guasca. (Soacha-Cundinamarca)

Cundinamarca  es un departamento que está integrado por diversos sistemas geográficos: llanuras, montañas y en este caso por un altiplano que comparte con el vecino departamento de Boyacá, el famoso altiplano cundiboyacense, el cuál es una formación lacustre que resultó del proceso de constitución de la cordillera. En esa perspectiva, Bogotá y varios municipios circundantes se localizan sobre dicho altiplano, el cual desde la época colonial fue nombrado de distintas maneras; llanura de Bogotá, valle de Bogotá, pero con mayor frecuencia la toponimia más utilizada fue el de la Sabana de Bogotá, especialmente referenciada en las crónicas de viajeros y escritores costumbristas del siglo XIX y principios del XX.

La Sabana de Bogotá es un conjunto espacial que bien podría catalogarse como un tipo de subregión, la cual posee una larga tradición histórica, cultural, social y política, dado que en algún momento fue asiento de la gran cultura Muisca, que fuera uno de los pueblos precolombinos más avanzados a la llegada de los españoles. Así mismo, fue uno de los epicentros de desarrollo histórico, social y político de la colonia puesto que en ella se erigieron encomiendas de gran proporción, que luego resultaron en las poderosas haciendas coloniales cuando el sistema de la encomienda se abolió a finales del siglo XVII y principios del XVIII. Aunque vale la pena decir que, en la época republicana prácticamente el sistema se mantuvo e incluso se amplió cuando se suprimieron los resguardos que habían en la Sabana. Sin embargo, como el objetivo de este escrito es dar alguna relación geográfica, la dimensión histórica la dejaré hasta aquí.

Desde el ámbito espacial, en la actualidad la Sabana está siendo objeto de una urbanización progresiva (por no decir desmedida) en varios de los municipios que la integran, teniendo en cuenta que se construyen proyectos urbanísticos de todo tipo y para los diversos estratos socioeconómicos. Por otro lado, ha experimentado un proceso de industrialización con la construcción de zonas francas. Lo anterior ha alterado abruptamente el paisaje de la Sabana en el que otrora predominaran las haciendas ganaderas, en las cuales se podía advertir de la existencia de tradiciones y costumbres vaqueras, así como también el paisaje estaba conformado por extensos cultivos de trigo, es decir, había un complejo mundo rural y agrario allí.

Ahora, la vocación agrícola y ganadera de la Sabana se ha perdido por los influjos de las actividades económicas modernas ya mencionadas, transformando radicalmente el paisaje en el que ahora se imponen condominios y conjuntos residenciales, complejos industriales y amplias carreteras. Ni que decir de la estructura ecológica de la Sabana que se ha visto seriamente impactada por el relleno de humedales que antes configuraban una extensa red, la explotación minera que ha degrado seriamente las formaciones montañosas que circundan la Sabana, y la contaminación del río Bogotá que incluso lo han convertido en uno de los más contaminados del mundo.

En síntesis, la Sabana ha sido transgresivamente cambiada, quedando con pocos parajes que conservan ese hálito verde, agrario y bucólico que era propio de este inmenso conjunto espacial. Son muchas las haciendas que han desaparecido por los efectos del loteo de tierras para la urbanización, aunque también hay otras que han logrado resistir a los avatares del tiempo. Y los vestigios arqueológicos que apenas quedan del pasado prehispánico, apenas se traducen en algunas rocas con arte rupestre que están diseminadas en las cientos de montañas que se localizan a lo largo y ancho de la Sabana.  En suma, la invitación es a reconocer este paisaje que bien podría catalogarse de patrimonial, y que pese a todo, en diversos pueblos quedan algunos relictos los cuales nos pueden llevar a imaginar cómo era este en épocas anteriores. 

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