La dirrelicta calidad de vida en la sociedad del espectáculo. Por: Uriel Leal. (San Francisco-Cundinamarca)
La ideología neoliberal de la Globalización capitalista (con sus fetiches de la mercancía, el dinero y del trabajo autómata) ha creado a nivel mundial “la Sociedad del Espectáculo”. La penetración global del capitalismo espectacular y su socialización del valor en el presente siglo ha destruido casi todas las formas de control popular e interacción humana directa. Su flexibilidad ideológica y omnipenetración político-económica le permite utilizar abiertamente todos los métodos posibles e inimaginables de confusión y cooptación para perpetuar su paradigma consumista y explotador de la naturaleza humana. A nivel mundial utilizó el método común de alinderamiento izquierda-derecha para confundirnos sobre los problemas que ellos mismos generaban; la falsa oposición, camuflada en el espectáculo del comunismo contra el capitalismo sirvió a este propósito por más de medio siglo; implicaba que si uno se oponía a un bando estaba a favor del otro con todas las consecuencias que de ello se derivara. Con el reciente colapso de esta farsa comunista (dado que el derrumbamiento del Estalinismo no es ni una vindicación del capitalismo ni una prueba del fracaso del “comunismo Marxista”, sino un espectáculo de la oposición que ocultaba un reforzamiento mutuo) la tendencia del capitalismo ha sido la de configurar un consenso pragmático global centrista hegemónico, encasillando a toda oposición al régimen como “extremismos marginales” (fascismo y Fanatismo religioso a la derecha, Terrorismo y “anarquía” a la izquierda).
El actual propósito distractor del
régimen es conseguir que los explotados se fragmenten en una multitud de
cerradas identidades de grupo, que disientan entre sí e inviertan sus energías
revolucionarias destruyéndose ciega y patéticamente.
En Colombia, (cuyo rol asignado y
asumido en el show planetario es ser subdesarrollado ejerciendo un
humanitarismo policial democrático asténico) el objetivo primordial es
que las luchas sociales se reduzcan a luchas militares y los oponentes sean
tratados como “terroristas”. En esa dirección, el “Terrorismo” ha servido en
más de una ocasión para fragmentar y detener el impulso emancipatorio de las
masas populares radicalizadas. Este orquestado espectáculo (Narcoguerrilla-
narcopolítica- parapolítica- etc. ;) desarma teóricamente, aturde a la gente,
la convierte en emocionados espectadores que siguen ansiosamente las últimas
noticias y especulaciones. Manipuladas, así las cosas, el “Terrorismo” no
debilita al Estado, sino que lo refuerza. Si el espectáculo terrorista no surge
espontáneamente y cuando se lo requiere, el propio Estado lo produce utilizando
provocadores dentro de sus filas como lo son los partes positivos de las
fuerzas del orden burgués; y esos actos justifican las grandes inversiones en
los aparatos de represión, de comunicación, de expropiación salvaje, su
ampliación injerencista y endeudamiento externo para consolidarlos.
Los movimientos populares en curso
tampoco han podido detener la acción de algunos individuos irreflexivos que
despliegan actos terroristas, dando pie o justificación perfecta para que se
reprima y desvertebre todo movimiento tanto reformista, como de seria
liberación. La solución sería, construir un megaproyecto revolucionario
que se extienda a todos los niveles de la reflexión y a todas las áreas de la
vida, que abarque tanto las categorías más abstractas como las formas
culturales y simbólicas y lo cotidiano; a nivel nacional, crear movimientos
conscientes y consistentes, políticamente no manipulables, para que cualquiera
de sus miembros pueda reconocer y detener las estupideces individuales o las
descaradas provocaciones del imperio y sus secuaces.
Nosotros, al igual que la inmensa
población planetaria, venimos sufriendo un descenso económico y un deterioro
social sin precedentes. A nuestra histórica represión física abierta, reflejada
en las sangrientas luchas bipartidistas, en las desapariciones forzadas, en la
confusión ideológica y peleas intestinas de las “Izquierdas”, en las
concesiones a los sindicatos patronales, los toques de queda
institucionalizados, distracciones multivariadas, desinformación, fragmentación
y anticipación, se le suma la sutil y no menos importante “represión mental”,
impuesta por un mundo cada vez más mediocre, fascista, neonazista, estresante,
ignorante y horrible. El empobrecimiento económico se articula con la pauperización
general de la vida colectiva, generando una auto domesticación moderna del
hombre. La destrucción del planeta por el desarrollo desmesurado e insensato
del capitalismo mundial nos conduce a un punto ciego en que la humanidad puede
extinguirse en cuestión de pocas décadas.
“Cuanta más alineación produce el
sistema, más energía social debe ser desviada sólo para mantenerlo en marcha –
más publicidad para vender mercancías superfluas, más ideologías para tener a
la gente embaucada, más espectáculos para tenerla pacificada, más policías y
más prisiones para reprimir el crimen y la rebelión, más armas para competir
con los estados rivales- todo lo cual produce más frustraciones y antagonismos,
que deben ser reprimidos con más espectáculos, más prisiones, etc. Mientras
este círculo vicioso continúe, las necesidades humanas reales serán sólo incidentalmente
satisfechas, o ni siquiera lo serán en absoluto, al tiempo que casi todo
trabajo se canaliza hacia proyectos absurdos, redundantes o destructivos que no
sirven a otro propósito que mantener el sistema” (Robert Kurtz, el placer de la
revolución).
Tenemos muy poco tiempo para
cambiar las cosas. Y como el tiempo y su duración no se detienen, la empresa
libertaria se complejiza y se hace más difícil asumirla; ”...el hecho de que
los problemas sociales básicos apenas son encarados, y mucho menos resueltos,
fortalece cada vez más la desesperación y las tendencias delirantes a la
guerra, el fascismo, el antagonismo étnico, el fanatismo religioso y otras
formas de irracionalidad colectiva, desviando lo que podría potencialmente
actuar a favor de una nueva sociedad en acciones de contención meramente
defensivas y en última instancia fútiles”.
Lo que nos haría falta, creemos, es
“una revolución democrática participativa mundial” que aboliera tanto el
capitalismo como el Estado que lo apuntala con sus ejércitos y justifica con la
heroización de la propia miseria de los sacrificados en el conflicto armado.
Para muchos puede parecer utópico, pero parece ser que todas las alternativas
reformistas propuestas y en curso asumen la continuación del actual sistema,
que es un absurdo. La propuesta cobra validez, cuando históricamente se ha
demostrado que la burocratización de los movimientos radicales degradó a
la gente y los convirtió en simples seguidores “traicionados” permanentemente
por sus líderes en contubernio con la espectacularización creciente de la
sociedad capitalista moderna, que redujo a las personas a simples espectadores
o convidados de piedra, de un mundo sobre el que no tienen control alguno. No
se trata de elegir a los líderes más trasparentes o responsables, sino de
evitar conceder un poder independiente a cualquier líder. Individuos o
colectivos pueden iniciar acciones emancipatorias, pero una porción amplia en
extensión creciente de su población debe tomar parte activa del proceso si
dicho movimiento pretende conducirnos a una sociedad nueva y no ser llanamente
un golpe de estado que instaure nuevos dominadores.
Debemos tener en cuenta que la
sociedad del espectáculo (y su nuevo modo de producción cibernético
soportado en los autómatas, ya no en el trabajo asalariado) ha perfeccionado
sus instrumentos a través de los falsimediamedias y ha educado a toda
una generación sometida a sus leyes: lo primero que se propuso fue erradicar
todo conocimiento histórico en general, es decir, la gente es inconsciente de
lo que en verdad está sucediendo u olvidan rápidamente todo aquello que en un
momento les fue consciente; lo segundo, es que nos bombardea con un flujo de
imágenes, tan arrollador y simplista que en su inacabable arbitrariedad
sorpresiva no deja tiempo para pensar, para reflexionar y rumiar sus
intencionalidades. Los niños de hoy están atrapados en el lenguaje de los ordenadores
y, a su vez, son incapaces de leer, mucho menos de escribir; y como leer
requiere hacer juicios a cada línea, recrear cada pensamiento, entonces la
conversación prácticamente se muere y, con ella pronto desaparecerán aquellos
que aún saben cómo conversar. La capacidad lecto-escritural es el único acceso
que queda al vasto campo de la experiencia humana pre-espectacular.
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