Cuando el vicio se convierte en virtud. Por: Álvaro Enciso Prieto. (Nocaima-Cundinamarca)
En días pasado las noticias internacionales informaban sobre la muerte de Silvio Berlusconi, político, empresario, dueño de medios de comunicación italiano, que llegó a ser primer ministro en dos períodos, y que estuvo envuelto en múltiples escándalos judiciales que lo llevaron incluso a una condena de prisión de siete años por prostitución de menores y abuso de autoridad, y posteriormente a otras condenas por delitos de corrupción, soborno y fraude fiscal.
Sin embargo, esos mismos medios de comunicación publicaron la noticia de que el gobierno italiano le rindió homenajes de Estado a este representante de una derecha recalcitrante, ordinario, grosero, misógino, corrupto, extravagante.
Casi que simultáneamente, la prensa internacional registraba noticias sobre otro personaje de la misma línea ideológica del muñeco de cera italiano, gringo para más señas, e igualmente ordinario, ofensivo, alevoso, también abyecto con las mujeres.
Las notas periodísticas nos enteraban de que éste repugnante individuo color zanahoria, también político y empresario “picho en plata”, a pesar de tener más de 35 investigaciones y demandas por delitos que van desde conspiración, fraudes fiscales y electorales, hasta por acoso sexual, no le impedirían ser presidente nuevamente.
Y pasando a nuestras tierras, no carecemos de personajes como los mencionados arriba; aunque menos opulentos, igualmente ordinarios, corruptos, abusadores, agresivos, pendencieros y no ajenos a deudas con la justicia.
Uno de ellos, con peluquín rojizo y todo, casi se nos cuela como presidente, lo que hubiera sido un desastre de dimensiones impredecibles en la política y la administración pública, pero sobre todo un terrible mal precedente de moralidad y ética.
Y es que el mal ejemplo de esos personajes, aunque no estadistas, si influenciadores de unas masas ignorantes, insolidarias, individualistas, consumistas, es el alimento de las miserias mentales de la mal llamada cultura occidental, expresada a nivel local como folclorismo tropical.
Por eso no podemos asombrarnos cuando las noticias nacionales de ésta semana, comentaban que un exfutbolista valluno, también ordinario, fanfarrón y prepotente caballista, como otro personaje de la política nacional que no se resigna a dejarnos en paz, anunciaba que estaba liderando una cabalgata para lograr un record Guinness de participación de equinos en la ciudad de Tuluá.
Y claro que lo logró, pero el record de la violación de, dizque, unas prohibiciones que la alcaldía local impuso a los organizadores de la infortunada cabalgata: niños en medio de ella y ríos de alcohol en botellas de vidrio; pero lo más lamentable, lo más ofensivo, no sólo para animalistas militantes, fue el accidente y sacrificio de un pobre equino, otra víctima de la brutalidad de un animal de dos patas.
Para completar el escenario de abusos, atropellos y violación de normas legales, en este caso al medio ambiente, desafiando un mandato judicial, según medios de comunicación el pasado fin de semana un grupo de exponentes, de otra de las expresiones del derroche y de exhibicionismo criollo, en una carretera que la guerrilla había construido en las selvas del Guaviare, y que ahora hace parte de un área en restauración ecológica, organizó un rally de motos y carros parece ser con autorización de la autoridad local.
Y es que no podemos esperar menos de los ciudadanos comunes y corrientes, carentes de consciencia social, ambiental, ética y cívica, si tienen el ejemplo de semejantes guías espirituales, líderes de lo burdo, grosero, ofensivo e irrespetuoso, por allá característico de la cultura mafiosa y por estos lares de la cultura traqueta, que es lo mismo.
Cuando el vicio se hace costumbre se convierte en virtud.
Dios de la decencia, ampáranos y favorézcanos.
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