Especulaciones sobre el amor. Por: Uriel Leal. (San Francisco-Cundinamarca)
Degustando los aforismos de Emil Mihail
Cioran cuando aborda el fenómeno del amor y afirma: “El equívoco del
amor viene de que uno es feliz e infeliz al mismo tiempo; el sufrimiento iguala
la voluptuosidad en un torbellino unitario. Es por eso que la desgracia en el
amor crece a medida que la mujer comprende, y, por ende, ama mucho más. Una
pasión sin límites hace lamentar que los mares tengan fondo, y es en la
inmensidad del azul donde uno sacia el deseo de inmersión en lo infinito. Al
menos, el cielo no tiene fronteras y parece estar a la medida del suicidio.
El amor es una necesidad de ahogarse, una
tentación de profundidad. Es en esto que se parece a la muerte. Así se explica
que sólo las naturalezas eróticas posean el sentido de lo finito. Amando, se
desciende hasta las raíces de la vida, hasta la frialdad fatal de la muerte. En
el abrazo no hay rayo que pueda traspasar, y las ventanas se abren hacia el
espacio infinito, a fin de que uno pueda precipitarse. Hay mucho de felicidad e
infelicidad en los altibajos del amor, y el corazón es muy estrecho para esas
dimensiones”; también se me antoja traer a colación a Sócrates en su famoso
“Banquete” donde se reunieron para hablar del amor muchos sabios sujetos y el filósofo, que se
reservó hablar de último, recuerda la historia que le contó la profetisa
Diótima acerca de su percepción del amor y que le enseñó que el amor es algo
contradictorio: “hecho de deseo de lo que no se tiene y del gusto por lo que no
se es, el amor defraudado está pleno de esperanzas, el amor moribundo renace de
sus cenizas”. “siendo hijo de Poros y de Penia (el expediente y la pobreza), el
amor es sutil, astuto, sagaz, pero sobre todo desprovisto hasta de
inteligencia; pobre en realidades, rico en virtualidades, deseoso completar su
naturaleza y su forma, el amor tiene ansiedad de aprender y poseer más aún;
solo el amor nos permite obtener, por la superación de nosotros mismos, todo lo
que existe de eterno y de divino; el amor en consecuencia es una inspiración
infinita hacia un más allá que lo transfigura”.
Desde mi perspectiva el amor nos provee de
aprehender la belleza ideal o esencial que supera al amante y al objeto amado,
yendo más allá de lo sensible a lo álmico; al elevarse por encima de lo
cotidiano y de las formas sensibles se dirige a la moralidad absoluta
obteniendo una visión de lo bello absoluto y de por sí universal y
trascendente; y lo bello es todo lo que hace bello, todo que es tal, superando
la vulgaridad de las individualidades posibles comparadas con el infinito de
posibilidades posibles.
Volviendo sobre Cioran y reflexionando
sobre tan abstruso tema nos diría: “El sentido más profundo del amor no se
encuentra en el “genio de la especie”, ni tampoco en el rebasamiento de la
individuación. ¿Tendría el amor esas intensidades tempestuosas, esa gravedad
inhumana, si fuéramos simples instrumentos donde personalmente nos perderíamos?
¿Cómo admitir que nos comprometeríamos con sufrimientos tan grandes, únicamente
para ser víctimas?”
Cioran: “Amor es ese afecto
desengañado que sobrevive tras un instante de baba.”
Pienso que en los
entuertos del amor me siento algo “Platónico” pues a menudo me apremia una
búsqueda de lo bello supremo y que como ser en falta y en falta de ser en mi
deambular por estas estancias de la matrix terrenal, solamente esa búsqueda
podría guiar mis inciertos pasos;
confieso que la vista me ayuda mucho en esa búsqueda, ya que es un órgano muy
sensible y sutil y, como en mi es un órgano panesteta desde mis primeras
leches, veo belleza en todo y escudriño más allá de lo evidente y lo mundano y
trato de unirme a esa belleza desencarnada que presiento, que supongo
inmaterial, que se impone pura, esencial y primitiva; es posible que esa
búsqueda camufle muy bien mi deseo de eternidad, de infinitud, como una
búsqueda de purificación voluntaria y que debería asistirme solo amor y alegría
, para liberarme de esta condenada suerte de andar arrastrándome en el mundo de
la realidad sensible. Espero que lo bello-en-sí, simple, puro y sin mezcla, no
corrompido por la carne humana, por la policromía de los globitos humanos ni la
frivolidad de los mortales vivientes y sintientes logre permitirme acceder a lo
absoluto, que mi alma llegue más allá del ser mismo, a la armonía total, a la
unidad fundamental. Quizás por eso amo la poesía y siento que me ocupa todo y
me depara un placer puro y que como un Noús, ilumina mi mundo interior y da
fuerza a mi débil entendimiento y me convoca a seguir la huella de ese intangible
que es lo bello-en-sí. La poesía es más verídica que la historia; se anega de
belleza, de comprensión profunda, directa e intuitiva y se constituye en el
único co-nocimiento (co-naissance)…
Cioran refuerza
dialécticamente esas reflexiones mías cuando afirma: “Los sexos no son capaces
de tanto renunciamiento ni de tanto engaño. En el fondo amamos para defendernos
del vacío de la existencia, y en reacción a ello. La dimensión erótica de
nuestro ser es una plenitud dolorosa, propia para llenar el vacío que está
dentro y fuera de nosotros. Sin la invasión del vacío esencial que corroe el
nudo del ser y destruye la ilusión necesaria a la existencia, el amor sería un
ejercicio fácil, un pretexto agradable, y no, por cierto, una reacción
misteriosa o una agitación crepuscular. La nada que nos rodea sufre la
presencia de Eros, que también es engañoso y atenta contra la existencia. De
todo lo ofrecido a la sensibilidad, lo menos hueco es el amor, al cual no se
puede renunciar sin abrir los brazos al vacío natural, común, eterno. Habiendo
así un máximo de vida y muerte, el amor constituye una irrupción de intensidad
en el vacío.”
Cioran nos advertiría: “¿Soportaríamos el
sufrimiento del amor si éste no fuera un arma contra el aburrimiento cósmico,
contra la podredumbre inmanente? Amor: ideal de soñadores y poetas, palabra
repetida hasta la saciedad en canciones y novelas, pensamiento abstracto que se
desea sea eterno pero cuya fragilidad se intuye entre líneas y silencios;
sentimiento capaz de inspirar grandes obras de arte que subliman a quien las
contempla, lee o escucha y eleva a cualquier mortal al mismo nivel de lo
divino, pero que puede, también, arrastrarles a infiernos de obsesión y celos.
Por amor se pueden realizar las acciones más valientes y desinteresadas del mundo, pero también los crímenes más infames sin importar si dicho amor se dedique a una persona, un ideal o a algún Dios; entre gozar el amor y sufrir por el mismo existirá siempre una línea muy tenue.
Cuando el idilio entre los amantes se ensombrece y las
dudas saltan de cada rincón, cuando la imagen idealizada comienza a
desmoronarse poco a poco sin haber conseguido pasar de la mitificación del amor
a un sentimiento de comprensión, aceptación y reciprocidad, surge la
interrogante: ¿es acaso el amor sólo un artificio de la naturaleza a favor de
preservar a la especie o es realmente la expresión máxima y más pura del
espíritu humano? Más allá de la imagen novelesca que popularmente se le ha dado
al amor, edulcorada hasta el cansancio y que parece abundar por todas partes,
es una realidad que éste cuenta con matices menos agradables que a veces
preferimos obviar. “El día que leí la lista de casi todas las palabras de que
dispone el sánscrito para designar al absoluto, comprendí que me había
equivocado de camino, de país, de idioma. ” …continuaremos divagando.

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