A la virgen rezando y las normas violando. Por: Álvaro Enciso Prieto. (Nocaima-Cundinamarca)

 


En el mundo católico, se celebra el 16 de julio como fecha, con calidad de memoria facultativa, del onomástico de Santa María del Monte Carmelo o virgen del Carmen, una de las advocaciones de la virgen María.

El monte Carmelo está situado en el actual Israel cerca al mar mediterráneo y en hebreo significa “jardín o viña de Dios”. Se dice que es un lugar muy bello y allí, en una gruta vivía el profeta Elías, que sirvió como ejemplo a unos ermitaños que se retiraron a vivir allí y en el año 1200 fundaron la orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, (carmelitas).

La virgen del Carmen también es llamada Stella Maris (Estrella de Mar), por eso, desde esos tiempos es patrona de los marineros y su devoción se extendió desde el siglo XVI a muchos países de Europa, España, Portugal y los países iberoamericanos.

Precisamente, en estos lados del mundo, más exactamente en La Paz, Bolivia, un 16 de julio de 1809 los revolucionarios independentistas cargaron en procesión una imagen de la virgen del Carmen agregando un cariz místico a la gesta emancipadora.

En Colombia por extensión devota de sus otrora colegas del mar, los ribereños realizaban caravanas y procesiones a lo largo del río Magdalena cargando imágenes de la virgen advocante, y desde el advenimiento de los vehículos automotores en Colombia, los conductores y transportadores la adoptaron como su patrona, volviéndose costumbre la realización de procesiones en su honor.

A fines del siglo veinte y comienzo del actual, las caravanas estaban conformadas por grandes carrozas cargando imágenes, seguidas de algunos vehículos de transporte público adornados con bombas y coloridos y festones, haciendo tocar sus pitos y bocinas, con quema de voladores incluida.

Actualmente, las procesiones se realizan no siempre en la fecha oficial, ya que, con el aumento de vehículos y conductores, se organizan por sectores de la economía, empresas, por barrios, generando todo un despliegue de devoción moderna que no siempre está alineada con el respeto de las normas de tránsito.

Con todo el respeto que me merecen las creencias y prácticas religiosas, considero una especie de disfunción social lo que la realidad nos muestra día a día.

En una de esas procesiones de nuestra provincia, pude observar casi escandalizado, que, junto a una patrulla de policía, pomposamente adornada con bombas blancas y azules, desfilaban motociclistas con pato y todo, pero sin casco.

Y me venían a la memoria imágenes y cifras de la problemática de seguridad vial relacionada con los vehículos automotores, incluyendo por supuesto a las motos.

Imágenes como las de conductores de servicio público o particular, persignándose frente a todas las imágenes religiosas presentes a lo largo de la vía, luciendo la infaltable camándula de la virgen del Carmen colgada en el espejo retrovisor, pero infringiendo temerariamente normas de tránsito, poniendo en peligro su vida y la de sus pasajeros.

Cada vez con más frecuencia, somos testigos de la imprudencia e insolencia de motociclistas, incumpliendo, violando las más elementales normas de tránsito, sin el más mínimo respeto por su vida y la de los demás, sin usar casco protector, cargando pasajeros menores de edad, adelantando por la derecha, rodando con exceso de velocidad, haciendo piruetas, quizás muchos de ellos, devotos de la virgen, fervorosos, participan de las procesiones en su honor.

Cifras como las del Observatorio Nacional de Seguridad Vial, que nos dicen que los accidentes de tránsito y las víctimas aumentaron en el 2022 en un 13,1% con respecto al 2021, con un total de 8.032 muertos, de los cuales los usuarios de motos representaron el 60 % de las víctimas fatales, al registrar 4.808 muertes.

Reiterando nuestro respeto por el culto religioso de nuestros paisanos, creo humildemente que la virgen del Carmen recibiría con mucha gratitud las manifestaciones de devoción de sus feligreses, pero le gustaría que ellos, a la vez que se persignan, le rezan, desfilan y echan voladores en su honor, respetaran las normas de tránsito y, que las autoridades, sobre todo la policía, que la tiene también como su patrona, las hicieran cumplir.

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