La ciudad y lo popular. Por: César Augusto Ayala Diago. (Departamento de Historia-Universidad Nacional de Colombia)
LA CIUDAD Y LO POPULAR
Las ciudades y los orígenes de la cultura popular van de la mano. ¿Cultura popular? sí, la populachera, ese manifestarse de la gente, los decires y las representaciones que llegan a configurar poquito a poquito la cultura de los pueblos: una mixtura de todo, de lo que hay con lo que llega hasta volar al infinito. Aires de todas las latitudes que nadie sabe como llegaron pero que se asentaron y se mezclaron. Así, la llamada música clásica parte de muy abajo, de sonidos y ruidos de la naturaleza, de dejos y entonaciones, de un tránsito del paisaje natural al humano, el silbido de un pájaro, el sonar de las herramientas de trabajo, los modos del llorar y del reír, el sonido del movimiento, del aire y del viento. La musicalidad que va diferenciando un lugar de otro. ¿Cómo se dará ese ensamble de lo uno con lo otro?
Los historiadores de la cultura popular, los folcloristas, los escritores de las curiosidades nos ayudan a entender el fenómeno. Carlos Monsivais, el intelectual mexicano ¡cuánto ha ayudado! Leo ahora una biografía de Enrique Santos Discepolo (Pujol Sergio. Discepolo: Una biografía argentina. Buenos Aires, Planeta, 2017), el último de los hijos de un músico inmigrante italiano que llegó a finales del siglo XIX a Buenos Aires a ayudar a la creación de la cultura musical y artística de un mundo que se inventaba de nuevo. Santos Discepolo, el último de ellos, será un actor de teatro, y de su mano asistimos a la construcción de la que será la ciudad cuna del espectáculo moderno latinoamericano en el siglo XX.
Interesante ver crecer una ciudad desde abajo, desde las expresiones populares, presenciar las maneras como sube los peldaños la cultura popular hasta alcanzar las más sofisticadas salas de la cultura oficializada. Comprender cómo suena ella con los precarios instrumentos con los que nace hasta mecerse de brazos de la alta tecnología musical.
Río de Janeiro es otro ejemplo maravilloso: el choro, una mezcla de lo refinado con lo popular y de ahí al samba de Noel Rosa y Pixinguinha. Fenómeno extraordinario el del nordeste brasileño: El frevo en Pernambuco y el forro en Ceará. For all, para todos, porque todos los que llegaban aportaban instrumentos y ritmos. Entre los teóricos de la nación, nadie habló de la música como parte constitutiva del concepto y de la nación misma como realidad. Sin la música nada hubiera sido posible: ni las naciones ni las ciudades. A ella se deben ciclos de paz y sosiego, reconciliaciones y comuniones. Historiar la ciudad y el país desde su cultura, desde su música, es una apuesta bien sugestiva.
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