¿Qué he debido hacer? Por: Eric Barbosa. (La Vega-Cundinamarca)
Hace unas dos semanas transitaba por la avenida
Caracas de Bogotá en un Transmilenio que, como ya es costumbre, iba atiborrado
de gente. Me tocó ir de pie y en frente de una silla ocupada por una joven
madre quien tenía a su hijo en brazos. No se qué herencia psicológica operó
allí, pero tomé una actitud de barrera protectora, pues no quería que los
movimientos involuntarios de la sobrepoblación de pasajeros afectaran al bebé.
Hasta ahí, se puede decir que todo iba normal.
Sin embargo, mientras nos acercábamos a la estación de
la Calle 45, una pareja comenzó a alterar el desorden acostumbrado del
biarticulado. Se podía percibir en qué punto del vagón estaban porque, a medida
que avanzaban por el pasillo en busca de la puerta, insultaban y empujaban a
quienes medio se les atravesaran por el camino o rozaran sus humanidades; lo
que en últimas significó que agredieron a todos los viajantes.
Por sus acentos supe que venían de Venezuela, tanta mamahuevada
o coño e’ su madre todavía no hace parte del habla colombiana. El caso
es que necesariamente se tropezaron conmigo, pues no solo tenía la actitud de
una barrera sólida y protectora de bebés, también me encontraba muy cerca de la
puerta. Me empujaron varias veces y con harta violencia y grosería, pero solo
pudieron moverme lo suficiente para pasar sin afectar en lo más mínimo el
espacio de seguridad que había construido para el pequeño niño. Por un momento
sentí el objetivo alcanzado, los zarandeos se detuvieron y los insultos
pararon. Creí que el desorden del Transmilenio volvía a la normalidad y me
cercioré de que el bebé siguiera dormido en brazos de su madre, fue por ello bajé
la guardia.
No obstante, de repente sentí un totazo muy duro, un
golpe acompañado de un sonido seco. Me pagaron un puño en la parte de atrás de
mi cabeza, de espaldas, sin posibilidad de reacción, cobardemente. El cuello se
me dobló hacia delante y casi caigo encima de la mamá y del bebé que tan
espontáneamente había intentado proteger. Me di la vuelta y pude ver a los
agresores. Un hombre y una mujer de vestido anaranjado, él era trigueño y
supongo que fue quién me pegó.
Ya se habían bajado del bus, pero desde la estación seguían retándome a pelear y gritándome barbaridades. Me parece que les mandé una mirada de ira y que les lancé también un par de groserías, pues le bajaron a la intensidad de sus agresiones. Pero eso hizo que, en cambio, aumentara la furia de los demás pasajeros, quienes se les fueron en contra y empezaron a alegar e insultar a la pareja de venezolanos. En el ambiente se percibía mucha rabia, incluso una rabia mayor a la que yo mismo sentía. Era como si la gente estuviera esperando el santo y seña para lanzarse a la carnicería. A mí me correspondía expulsar el grito de ataque, pues fui el directamente afectado. Pero no lo hice, me quedé quieto, inamovible.
Los alegatos continuaron un buen rato, extrañamente el
bus paró más de lo habitual y el conductor también se puso alerta a la
situación. Pero yo no hice nada, solo estuve en posición de guardia y mirando
fijamente a los atacantes. Aunque todavía aturdida, mi cabeza comenzó a llenarse
de pensamientos y a medir varias posibilidades ¿Para qué pensamientos en una
situación de esas? Se necesitaba reaccionar, era lo que todo el mundo esperaba,
pero yo no pude. No hubo un conflicto mayor en el Transmilenio, pero sí en mi
interior: ¿y si los ataco con las técnicas de artes marciales que recientemente
he aprendido? Puedo ganarles, se ven andrajosos, mal alimentados, pero eso sería
cobarde, estoy pegando duro.
Pero cobardes fueron ellos, me tacaron indefenso y por
la espalda.
Sí, ¿pero y si eso se vuelve un tremendo escándalo,
que llegue la policía y que todos les casquen a esas dos personas? No quiero ir
a un CAI ni que corra la sangre por mi culpa, quiero llegar a casa pronto,
tengo que mandar un archivo.
¿O sea que cualquiera puede atacarme y no pasa nada?
¿cualquiera puede pegarme y yo ni me inmuto? ¿y si un día voy con mi mamá en un
bus, o con mi pareja, y unos hijueputas nos agreden, yo no voy a hacer nada?
¿Bueno, y si me lanzo a cascarlos y la chica
interviene para defender a su esposo y le pego también a ella? Yo no quiero
pegarle a una chica, de hecho, no quiero pegarle a nadie, no me he puesto a
estudiar para reaccionar dándole rienda suelta a mis impulsos, ni que fuera un
simio.
¿Ah, o sea que yo soy un güevón, un poco hombre?, me
maltratan y ya está, no pasa nada, no reacciono ¿Entonces qué tiene que pasar,
qué me tienen que hacer para que haga algo? Vivimos en Bogotá, y uno tiene que
estar dispuesto al salvajismo, si no, lo acaban.
¿Pero entonces qué? ¿Renuncio a mis proyectos de irme
del país, a lo que he construido por darle rienda suelta mis instintos sin
pensar en las consecuencias, me tiro a darles, con toda la gente de respaldo, y
ya? ¿Me gano de gratis una cárcel o una puñalada? Además, no se por qué diablos
no puedo sentir rencor por esos dos. Para atacar se necesita un poco de rencor,
pero no lo tengo, quizá siento algo de pena por ellos, se ven mal, puede que
tengan hambre, y con hambre uno es agresivo, por eso hicieron lo que hicieron.
Qué va, me estoy llenando de excusas para tapar que soy
un cobarde, es pura cobardía ¿A mí qué me importa esa gente?, si tragan o no es
su problema ¿Entonces que pasen por la vida cascando a otros y que nadie les diga
nada porque pobrecitos? ¿Que hagan lo que quieran, creyéndose bien cabrones, y
que no les pase nada? ¿Lo cascan a uno y no pasa nada?, güevón.
No, no voy a hacer nada. No puedo atacarlos, no voy a
bajar a esos niveles. Si es el caso, que otros se encarguen de ellos después, seguro
van a repetir ese tipo de barbaridades, pero no lo haré yo, a cuento de qué voy
a condenarlos.
Por fin el bus cerró las puertas y seguimos nuestros
caminos dejando atrás al par de malparicios. No pude dejar de sentir las
miradas de lástima sobre mí, me pareció que todos pensaron que yo era un miedoso.
Varios se me acercaron a preguntarme que por qué no me había mandado a
pegarles. Solo les dije que no quería que llegáramos tarde a nuestro destino.
Unos vendedores ambulantes me indicaron que solo estaban esperando a que yo
diera un paso para lanzarse a cascarlos. En las conversaciones que siguieron
entre los pasajeros, todos decían que qué rabia, que tocaba limpiar a la ciudad
de venezolanos, y algunos expresaron cómo los hubieran golpeado si ellos
hubieran sido los afectados.
Me pareció que estaban esperando mi reacción para
expresar su cultivada xenofobia. Como no sucedió, se hizo presente una
sensación de frustración y fue como si la colombianidad misma hubiera sido
humillada por dejar impune el ataque extranjero. La mamá del bebé también me manifestó
la rabia que le generó la agresión, me dijo que he debido pegarles, que yo me
veía más fuerte y que tendría el apoyo de todos, pero que bueno, a la final,
menos mal que yo era un señor muy calmado, (sí, ya me dicen señor).
En fin, llegué a mi lugar. Me bajé del bus con la
sensación de que todos me seguían con sus miradas de pesar. Yo seguí con la
cabeza en alto -como si no hubiera sido golpeada- y como si mi honor no hubiera
sido mancillado, ¿honor, eso que importa a estas alturas del siglo XXI? Por
supuesto, el resto de día y de noche me siguieron atormentando las preguntas
que me había hecho durante el desarrollo de la escena ¿He debido pegarles o
estuvo bien así? A la final, me quedó la sensación de que se evitó un festín de
sangre ¿Se evito por mi cobardía? Jummmm, si soy honesto, me llegaron a
molestar más los comentarios de los pasajeros, que los atacantes mismos. No
quería ser la excusa para saciar su sed de sangre. Además, no soy de
nacionalismos.
Pero ¿por qué digo eso?, ya le metí mucho video. Ahora
disque es un tema de naciones completas. No actué y ya, me aculillé. Dejé que me
pasaran por encima, ¿para qué entreno Wing Chun entonces?
¡Que no! no fue cobardía. Solo que algunos reaccionan
actuando, mi reacción fue ponerme a pensar y no dejarme llevar por la emoción
inmediata. Eso se llama civilización.
Pfff, sí invento puras pendejadas.
Achs, entonces ¿qué he debido hacer?
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