La UDEC: una universidad en decadencia. Por: Julio César Guasca. (Soacha-Cundinamarca)
Esta semana el alcalde Juan Carlos Saldarriaga suscribió un acuerdo con la Universidad de Cundinamarca que consiste en incorporar de forma gradual a estudiantes del ámbito escolar a la vida universitaria, de tal manera que puedan ir cursando algunas asignaturas transversales para que avancen en sus estudios universitarios, esto es lo que se llama inmersión, una estrategia que se ha venido implementando en instituciones escolares privadas, las cuales suscriben convenios con universidades del mismo carácter privado. Esto se hace con la finalidad de que tanto colegios y universidades que tienen este tipo de acuerdos sean más competitivos en el campo de la mercantilización educativa, aspecto que responde a los cánones de la globalización en los que se postula la celeridad de los procesos formativos como sinónimo de eficacia y optimización.
En ese orden de ideas, el convenio también responde a
los acuerdos suscritos por el presidente Gustavo Petro respecto de extender la
educación superior gratuita para el grueso de la población, un asunto loable, pero que desde lo personal me
generan dudas, no obstante esto será tema de otra reflexión. En lo que aquí
respecta, quiero hacer mención a la progresiva decadencia que la Universidad de
Cundinamarca ha venido experimentando y que he podido reconocer al haber
estudiado en dicha alma mater, con todo el orgullo de haberme licenciado allí.
En la época en la que fui estudiante la Universidad
contaba con varias carreras, algunas de las cuales ya no existen dentro de la limitada
oferta académica que la UDEC tiene; carreras como la licenciatura en educación
básica en física, recreación y deporte
cuyo pensum era destacado en el ámbito nacional y de ahí que estudiantes de
varias regiones del país fueran a Fusagasugá a estudiarla, hoy ya no existe. De
igual modo, las licenciaturas en Física y Matemáticas fenecieron, al parecer
porque no eran carreras competitivas y de alta demanda, de forma que en ese
momento los mercaderes de la educación que regían la universidad decidieron
suprimirlas. Así mismo, la licenciatura en lengua castellana e ingles ofertada
en la sede de Girardot desapareció.
Sumado a esto, las dos maestrías que tenía la
universidad y que no duraron más que unos pocos años ya no se ofertan, estas
eran las maestrías en educación y ciencias ambientales. Muy probablemente,
todos estos programas de formación desaparecieron por la dinámica de una
administración que desde hace muchos años viene manejando a la institución sobre
una lógica empresarial privatizante, en la que esencialmente se ofertan
aquellos programas competitivos en el mercado. Por tal razón, lo que aquí se
percibe son las fallas en la gestión del registro calificado cuya responsabilidad
es propia de los administrativos, negligencia que puede ser motivada a raíz de
una planificada empresarialización de la universidad.
A propósito del evento que mencionaba en un primer
momento y que seguí de forma virtual, pude constatar que la UDEC está
contratando empresas para que hagan lo que sus diversas dependencias y
facultades deberían gestionar. Por ejemplo, no es posible concebir que la Universidad
de Cundinamarca deba pagar por los servicios de una empresa de robótica para
fortalecer procesos formativos y lúdicos con el ánimo de garantizar un mejor
servicio educativo, en especial, a los estudiantes que harán parte del programa
de inmersión, por lo que me pregunto: ¿por qué no delegan este proceso de robótica
a la facultad de ingeniería que cuenta con cinco programas? La respuesta está
en que probablemente por la falta de inversión no hay equipos para desarrollar
este tipo de procesos de manera endógena, pero eso radica en una inoperante e inadecuada
gestión administrativa para conseguir dichos rubros, y por el gasto desmedido
en otros aspectos quizás para justificar el desfalco crónico que desde la época
del antiguo rector Adolfo Polo viene carcomiendo a la institución.
En consonancia con lo anterior, una mujer se presentó
como trabajadora de una compañía que se dedica a fortalecer el vínculo de las
empresas y universidades con las familias, es decir, dicha firma privada se
dedica estrechar los lazos de las instituciones con las familias de los
trabajadores y estudiantes en este caso, aspecto que precisamente hace parte de
las nuevas lógicas de gestión administrativa de las grandes corporaciones y
compañías, todo sustentado sobre un discurso de la flexibilidad, resiliencia y emprendimiento.
Esto suena bonito y aparentemente está bien intencionado, pero afirma mi
convicción de la perspectiva empresarial que se cierne sobre la UDEC, lo cual
hace que pierda su vocación de universidad constructora del saber y de carácter
público ante todo. De igual forma, planteo otro interrogante: ¿La institución
no tiene una dirección de bienestar universitario que sirva a este propósito?
Otro convenio que de manera suspicaz puedo afirmar se trata de un modo de
justificar rubros o costes sobre procesos innecesarios.
A modo de comentarios planteaba estos cuestionamientos
en la transmisión virtual que se hizo del evento en que la alcaldía y la
universidad suscribían este acuerdo, no obstante, fui objeto de señalamientos
por personas que podría intuir son jóvenes funcionarios de la universidad,
señalamientos que redundaban en que yo era “mala vibra”, “nada propositivo”,
“poco pulcro en la forma de escribir” e “ignorante en el tema de la
acreditación”. Sin embargo, ante todos esos señalamientos cuestiono a estos
defensores de la mediocridad: ¿es necesario solo ver lo bonito o positivo que
está haciendo la empresa de la UDEC, y no poner de manifiesto tales
deficiencias que vienen deteriorando la calidad educativa de la universidad y
la vocación de servicio que debería tener respecto a la sociedad que es la de
educar a futuros profesionales, más no la de hacer empresa privada con recursos
públicos departamentales como actualmente los administrativos lo hacen?
¿Estamos obligados a ver el vaso medio lleno, cuando antes las cosas eran un
poco mejor y entonces por eso se está en la obligación de tener un pensamiento
conformista e ilusorio de que todo va bien? La universidad no necesita quimeras
ni funcionarios con un pensamiento feliz y optimista indiferente ante la
realidad de las cosas, la universidad no necesita propósitos emprendeduristas
propios de la administración de empresas; la universidad necesita abrirse más a
la población carente de recursos para estudiar. La universidad necesita más
carreras académicas, sin el pretexto o embuste de que es difícil gestionar los
registros calificados ¿entonces para qué están los funcionarios y cómo
justifican sus sueldos que salen del recurso público del departamento? Para eso
están.
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