Uno y faltan tres. Por: Marco Aurelio Zuluaga Giraldo. (Nocaima-Cundinamarca)
Sobre los resultados del primer año del actual gobierno se han elaborado sesudos análisis: unos serios, otros ideologizados. Cuando aún falta un largo trecho de esta administración, es propicio mirar lo ocurrido bajo el prisma de las transformaciones inéditas y desafiantes que se han dado y de las que están en proceso de darse, de tal forma que se aliente una franca y abierta discusión sobre la nueva relación entre la sociedad y la política que puede surgir después del primer gobierno de izquierda en Colombia.
Esta nueva ideología rompe con el orden conservador impuesto, a veces a sangre y fuego, desde la Patria Boba. Por ejemplo, llega a la vicepresidencia una joven y humilde mujer caucana, reconocida internacionalmente como líder social, ambiental y pacifista; y también se da un giro a la visión y ejecución de la política pública que mueve los cimientos y la estructura de una impasible élite bicentenaria.
Este viraje llevó a discutir públicamente una agenda reformista en lo social y un ajuste en las finanzas públicas. La reforma tributaria se aprueba sobre un principio elemental: el que más tiene más paga. Se discute la salud como un derecho y no como un negocio de cien billones anuales. Se debate sobre pensiones, tema antes reservado a actuarios y banqueros. Ahora los campesinos son sujeto de derechos y se creó la jurisdicción agraria. La justicia en lo ambiental entró en vigencia gracias al Acuerdo de Escazú y el ELN aceptó negociar, como nunca antes lo había hecho.
Una administración singular. Parece que se gobierna en estado de crisis y por método el caos. Usualmente se incumplen citas de Estado y no se percibe un trabajo articulado. Ministerios y entidades de alto valor estratégico en frecuente interinidad. La bancada de gobierno en desbancada y el Congreso incumple acuerdos de gobernabilidad; sus dignatarios ya no representan los partidos, personifican clanes políticos de mala condición. Una deficiente ejecución resume la excepcional gestión.
Echando números. Un millón de nuevos empleos formales bajan significativamente el desempleo. Se fortalece el peso frente al dólar y baja la deuda país. La regla fiscal se cumple y el déficit fiscal baja. El costo de vida sigue bajando, a pesar de la impopular y drástica subida de la gasolina. Los ingresos suben, la inversión también. Satisfactorio.
Pero la corrupción aún campea. La prometida misión especial de Naciones Unidas para combatirla no llegó. La acción de la Oficina Anticorrupción da grima. La lucha contra el hambre es tan solo un enunciado. Se busca paz total sin cumplir compromisos del Acuerdo con las Farc. La Reforma Rural Integral y la Reforma Política siguen siendo letra muerta.
Hay de más, hay de menos. Entre la dialéctica del Presidente y los hechos aún hay mucho trecho.
El acuerdo nacional en construcción es inaplazable; debe centrarse en restablecer la confianza perdida por la sociedad en la política torticera; debe ser plural y con visión de largo aliento; dirigirse a respetar el Estado Social de Derecho tejido en la Constitución del 91, contrato frecuentemente incumplido.
Esto hace imperativo que la sociedad sea escuchada como eje del acuerdo, y que los ciudadanos participen activamente en la definición de las políticas públicas que deben regir durante los próximos veinte o treinta años. Los populismos acechan.
Por contera: Como nunca antes, los cuatro grupos empresariales más poderosos del país se sienten amenazados, y utilizan su posición dominante en los medios de comunicación para imponer su ideología y defender sus privilegios. Infortunadamente, el ánimo de la ciudadanía depende en gran parte de sus titulares y opiniones
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