Especies vegetales en peligro de desaparición en Colombia. Por: Álvaro Enciso Prieto. (Nocaima-Cundinamarca)
Según la WWF, Colombia tiene alrededor de 5700 variedades de árboles nativos y el 50% de su territorio está cubierta por bosques (57 millones de hectáreas); pero a la vez calcula que la deforestación ilegal, que puede ser del 42%, está acabando con 140.000 hectáreas al año, producto de actividades en su mayoría ilegales como minería y cultivos ilícitos, y la explotación de la ganadería extensiva.
La misma organización, según datos del año 2017, informa que 15 especies arbóreas incluyendo algunas palmas, están en diferentes niveles de peligro extinción debido a esas actividades humanas. El listado incluye el Abarco, el Caoba, Cedro, Canelo de los Andaquíes, Mangle Nato, Roble, Marfil, la Palmas de cera de la zona cafetera, Palmas de moriche, Noli o palma americana de cera.
En el mismo sentido, Agrosavia (el antiguo Corpoica) indica que en los últimos años alrededor de 25 especies de frutas y tubérculos tradicionales se han perdido como cultivo en nuestro país.
Y aunque no todas son especies nativas, con preocupación vemos que cada vez es más escasa la presencia en los mercados, de frutas como la Chirimoya, el Anón, la Badea, el Madroño, la Papayuela, la Pomarrosa, el Níspero, el Icaco, la Lima dulce, la Guama, el Cachipay o Chontaduro, y otras leguminosas o tubérculos como el Chachafruto, los Cubios, las Papas nativas, la Arracha o Nabo, el Chupo o las Chupas, el Guandul o Fríjol quinchoncho, el Banano Gross Michel o criollo (se estima que en Colombia se encuentran unas 460 variedades de plátanos y bananos de las 1370 que hay en el mundo).
Incluso me atrevo a incluir en este listado, a variedades de Piña como la Perolero o la Piña de Capira de San Juan de Rioseco, que están siendo desplazadas por variedades como la cayena o últimamente las Gold.
Nos tomaría un buen espacio hacer mención a los aguacates, de los que se sabe hay más de 20 variedades en el mundo, algunas de ellas con características muy apetecidas por mercados internacionales se cultivan en el país; pero las variedades criollas no pueden ser olvidadas no sólo por sus especiales características organolépticas, sino por la importancia de su riqueza genética.
Otras especies vegetales, que si bien es cierto no son propiamente alimenticias, también han sido parte de los recursos ambientales de múltiple uso en Colombia, como el Totumo, y los Calabazos.
Mención y capítulo especial tiene que ver con las especies como la Palma de Iraca, o “palmicha”, cuyos múltiples usos se deben recuperar para satisfacer varias necesidades humanas, pero también para preservarla de los peligros que como a las otras especies mencionadas, pueden amenazarla.
Como ésta palma, llamada en varias zonas de Cundinamarca, palmicha, muchas especies vegetales que no se han explotado como cultivo, ofrecen alternativas para variados usos en la alimentación humana, así como para satisfacer las necesidades de fibras vegetales para la elaboración de empaque biodegradables, artesanías y cestería, bioingeniería, farmacopea, alimentación animal, construcciones, usos industriales como colorantes, aceites esenciales, etc.
Dejamos para una próxima oportunidad nuestro análisis de la situación del maíz y el frijol, patrimonio biológico, cultural y ambiental de América, cuyas variedades criollas, también afrontan peligro de desaparición si no se fortalecen acciones estratégicas de protección y conservación como parte de políticas de estado.
Las especies nativas e introducidas mencionadas, presentan algún grado de vulnerabilidad o peligro de extinción por olvido o abandono como cultivos para el autoconsumo, usos múltiples y/o aprovechamientos comerciales.
Muchas de las especies no nativas relacionadas en las líneas anteriores han logrado unos niveles de adaptación en los diferentes ecosistemas colombianos y han sido usadas con diferentes usos benéficos, sin que se conozcan perjuicios a los ecosistemas locales.
La mayoría de las especies nativas e introducidas han tenido un papel muy importante en la diversidad de la dieta familiar, particularmente de las comunidades rurales del interior del país.
Consideramos necesario diseñar proyectos regionales de recuperación y conservación de especies vegetales vulnerables, contemplando su recuperación para la cultura culinaria.
De igual manera, generar y fortalecer proyectos específicos de recolección, intercambio, propagación y distribución productiva de especies vulnerables, en especial de maíz, fríjol, plátanos y bananos, así como de las otras especies de importancia frutícola, silvícola y melífera, arriba mencionadas , junto a otras leguminosas o tubérculos como el Chachafruto y la Arracacha, involucrando a las comunidades locales, con el apoyo institucional, de la CAR, El SENA, La Gobernación de Cundinamarca, los municipios y sus instituciones educativas.
Se deben aprovechar las experiencias significativas, de iniciativas de similar naturaleza en el país, como la Red de Semillas Libres de Colombia, el Grupo Semillas de Dignidad y otros.
Ojalà que Fames, la Diosa romana de los alimentos, ilumine a los próximos mandatarios locales y regionales, para que consideren la importancia vital de la conservación de éstas especies vegetales y seleccionen equipos idóneos de colaboradores en el manejo del sector agropecuario, que atiendan con urgencia, rigor técnico y transparencia, estas tareas estratégicas de autonomía, soberanía y seguridad alimentaria, en lugar de estar repartiendo una semillita de paquete allí, un pollito y un bulto de concentrado allá y acomodando cifras para cumplir indicadores de los planes de desarrollo que nada tienen que ver con el verdadero compromiso y responsabilidad de proteger el patrimonio vegetal del país para las próximas generaciones.
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