Ambientalistas y mercaderes del medio ambiente. Por: Carolina Gavilán. (San Francisco-Cundinamarca)


En Colombia, un país marcado por profundas desigualdades y un arraigo fragmentado debido al casi total exterminio de nuestros antepasados ​​durante la colonización española, se observa una tendencia paradójica. Una parte de la sociedad se enorgullece de tener escasos rasgos indígenas, mientras que mira con desdén a países latinoamericanos donde dichos rasgos son más evidentes: piel morena, estatura baja, pelo liso, ojos rasgados. Tal vez esto se deba a la mayor dificultad que tuvieron los conquistadores para eliminar completamente esas características en esas tierras.

Este desapego no solo nos lleva a creer que somos más europeos que nativos, sino que además nos distancia aún más de la imagen que tenemos de los indígenas que habitaron estas tierras. Esto termina asociando la rebeldía indígena del pasado con las inconformidades de ciertos sectores actuales de la sociedad, a quienes se menosprecia llamándolos activistas resentidos.

Sin embargo, la clase privilegiada, en ocasiones, termina, quizás sin intención, involucrada en movimientos sociales de protesta, no por las mismas razones que los anteriores, pero sí al sentir que sus privilegios se ven amenazados, ya sea por circunstancias fortuitas, como la construcción de una carretera que pasa por sus tierras o por ser víctima de la violencia. Entonces buscan visibilizar su problemática, que no es menos importante, pero está focalizada en su situación particular y no en la de toda una comunidad. Durante ese período, temporalmente dejan a un lado la estigmatización y el desdén hacia las causas de los demás, activando su poder económico y sus conexiones políticas para abordar su problemática específica. Pero una vez resuelto su asunto, vuelven a mirar con desdén a quienes continúan cuestionando la inequidad del sistema.

Esta dinámica se observa en todos los ámbitos, pero se evidencia con mayor frecuencia en temas ambientales. Se presentan líderes ambientalistas que adoptan posturas neoliberales, defendiendo la despolitización de las causas ambientales, ignorando que es precisamente el sistema económico el que conduce a la destrucción de la naturaleza. Estos líderes llegan incluso a considerarse a sí mismos como autoridades en sostenibilidad, presentando proyectos supuestamente ecológicos que combinan un respeto aparente por la naturaleza con negocios lucrativos, pero evitando cualquier discusión social o política. Mercantilizan la naturaleza y se autoproclaman líderes ambientales, encontrando en el actual gobierno un terreno propicio para aumentar sus privilegios.

¿No sería el momento de fomentar un activismo ambiental popular en lugar de uno elitista, neoliberal, que se aleja aún más a las comunidades y solo consolida una tecnocracia distante? ¿No deberíamos darle voz a los verdaderos líderes que emergen de las comunidades afectadas durante décadas? Quizás aquí comience un verdadero cambio.

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