Feminismo sí, pero no así . Por: Carolina Gavilán. (San Francisco-Cundinamarca)
En este primer gobierno progresista en Colombia, mucho hemos oído hablar al presidente Gustavo Petro sobre la importancia del empoderamiento de la mujer, y no podemos negar que varias de las políticas de su gobierno se han encauzado en lograr una mayor participación de estas en altos cargos. Desafortunadamente, esto puede ser un arma de doble filo, pues la mujer como ser humano tiene las mismas “debilidades” del hombre frente a la ambición del poder y el dinero.
En últimas, lo que ha terminado por empoderarse es el patriarcalismo, pero hecho por mujeres.
Entonces todo sigue igual. El nepotismo, el abuso de poder, el acoso laboral, la desigualdad, que es más profunda para las mujeres pobres, siguen imperando porque simplemente se le está dando la oportunidad a mujeres que han tenido ciertos privilegios: el privilegio de una formación pos gradual, que no significa solo tener el recurso económico para pagar sus estudios, sino poder sortear un proceso de admisión en una institución universitaria, que al fin de cuentas la otorga sin tener presente el enfoque diferencial y entonces allí ingresa un solo perfil de mujeres; debe además tener el tiempo necesario para estudiar sin tener que estar ocupada en el cuidado de otras personas en el hogar, ni la necesidad de trabajar para sostenerse o sostener a otros.
Y desde luego, esos cargos deben ser proveídos a personas con el suficiente conocimiento técnico en el área, aunque no necesariamente esto venga de la mano con una empatía hacia las problemáticas que cobija el feminismo.
Todo eso nos lleva a un círculo vicioso que mantiene a muchas mujeres enfrentando todo tipo de violencias. Las estadísticas no mienten, la vulneración de los derechos de las mujeres no ha diezmado en el tiempo. Por el contrario, en la medida en que las mujeres han tratado de abrirse paso en espacios históricamente patriarcales, también han surgido nuevas formas de violencias, eso sí, afectando principalmente a aquellas de pobre condición económica. ¿Qué se ha hecho para fortalecer el feminismo popular? ¿Qué se puede hacer?
¿Será que la solución para mitigar esas desigualdades está en nombrar mujeres en los cargos de poder? ¿No sería mejor nombrar personas que tengan la claridad suficiente para ejercer su labor con enfoque de género, independientemente de si se es hombre mujer o lgtbiq+? ¿Por qué medir el logro del feminismo en términos de qué porcentaje de mujeres ocupa los cargos de poder y no en cuántas mentes feministas los ocupan? ¿Acaso el feminismo es de uso exclusivo de las mujeres? ¿Acaso los logros que se han obtenido en la historia de esta lucha han provenido de procesos exclusivamente femeninos?
Considerar que porque somos mujeres podemos ser más honestas, más justas, más equitativas, más benevolentes es vergonzosamente machista, y lo que está quedando en la mente de muchas personas es que la cura resultó peor que la enfermedad; porque ahora nos toca lidiar no solo con los representantes masculinos del patriarcalismo sino con las mujeres que lo ejercen con la misma crudeza de los hombres, pero con la ventaja de que si alguien osa objetarlas serán sancionados por la sociedad como misóginas y machistas, y sobre ellos caerá todo el peso de la ley (de género).
El feminismo popular tiene mucho que aportarle al cambio. Su experiencia, su resiliencia, podrían ser el punto de partida para construir una sociedad menos patriarcal, menos neoliberal, menos dogmática, pero para lograrlo es necesario brindar las herramientas a las personas idóneas. Esperemos que el “feminismo pop” -como lo nombra la escritora y activista Zillah Eisenstei- no termine por sepultar al feminismo real, aquel que es incluyente, equitativo y humanista.
Importante artículo crítico y reflexivo de @sintibiezas en Blog: #HilosdeFique sobre lo que no se puede permitir más a un "Feminismo Pop" inquisitivo y arrogante, que pretende sepultar al respetable y sí digno Feminismo Real que reconoce a todas sus Bases.
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