Mis primeras tres canas. Por: Eric Barbosa. (La Vega-Cundinamarca)
Sin embargo, si lo pienso con mayor detenimiento, es que ya estoy por los treinta y dos años, eso ya es una vida entera. Si Jesús duró hasta los treinta y tres (siempre el tres), ¿yo qué me voy a venir quejando de los baños de realidad? Hasta me había demorado en tener canas. ¿Qué más da? Se han vivido varias cositas por ahí.
I
Unas de esas cosillas que he vivido son las votaciones para rector en la Universidad Nacional de Colombia. Cuando era estudiante de Historia, siempre voté en las dichosas consultas esas. En el 2012, por ejemplo, voté por Leopoldo Múnera y, aunque ganó la elección, en ese entonces el Consejo Superior Universitario (CSU) no lo eligió. Aún así, no dejé de participar y en el 2015, momento en el que me dio por estudiar Derecho, volvió a suceder lo mismo. En aquel año, recuerdo que iba por el doctor Mario Hernández para la rectoría. Efectivamente, él ganó en las consultas sobre Ignacio Mantilla, pero el Consejo Superior Universitario se decidió por este último. En lo que yo estuve en la Nacional, nunca llegó a la rectoría el candidato que era más votado por la comunidad universitaria.
Hace unos días volvió a haber votaciones. Otra vez ganó las consultas Leopoldo Múnera, pero el CSU eligió a Ismael Peña como rector. Confieso mi ignorancia, el nombre de Peña no me dice nada. No lo reconozco como alguien que haya protagonizado alguna defensa por la educación pública. A Múnera sí, él sí representa. Por eso me parece justificable que la Universidad Nacional haya entrado a paro. Me parece que, si en el país existe una comunidad crítica y consciente, esa está en la Nacional. De manera que no tiene sentido que el voto solo sea consultivo y no decisivo. Estoy seguro de que los estudiantes, profesores y egresados de la Nacho tienen las herramientas más que suficientes y la madurez para elegir por su propio destino. Resulta hasta anacrónico que el futuro de la Nacional se decida por un cónclave de “sabios”. Y es también una paradoja que: para elegir presidente de la República, sí pueda votar cualquier persona -así no tenga la más mínima instrucción-, pero para elegir rector de la Nacional, el voto de la comunidad universitaria sea meramente estadístico, pese a su formación. Eso es injustificable. Apoyo el paro porque esa situación tiene que cambiar.
II
Otra cosa que la vida me ha permitido experimentar es conocer personas de distintas nacionalidades. Uno aprende mucho cuando se atreve a entablar diálogo con gente de otras latitudes. Entre los países latinoamericanos -sin contar Colombia, claro- hay tres (siempre el tres) que quiero mucho: Venezuela, Ecuador y México. A Venezuela la quiero porque, entre otras cosas, allá vivió una tía mía como por los años 1990. Se fue a trabajar a ese país cuando las cosas en Colombia eran más complicadas. Con eso pudo ayudar a mi abuelita, a mi mamá y a mis otros tíos. A veces a los colombianos se nos olvida que Venezuela también nos ha echado la mano.
No obstante, en esta ocasión me voy a referir a Ecuador y México ¿Vieron que estas dos naciones rompieron relaciones diplomáticas? Qué cagada, pero ahí sí fue el gobierno ecuatoriano de Daniel Noboa el que la embarró. De ese país conozco gente muy bella y también tengo familia por allá. Pero más que hablar de las cuestiones personales, sí me parece un gran golpe para las relaciones diplomáticas latinoamericanas el hecho de que los militares ecuatorianos se hubieran metido en la Embajada de México; México de mis amores. Ese acto fue muy impulsivo y solo deja entrever que, en efecto, Noboa no estaba preparado para el cargo -como, por lo general, no está preparado nadie de la derecha neoliberal. En todo caso, la cosa da para pensar que el Ecuador se quedará aislado de la dinámica económica latinoamericana, pues ya la mayoría de los países de la región manifestó su rechazo a la incursión militar. Yo espero que no sea tan así y que los gobiernos puedan resolver el asunto pronto, pues, normalmente, de estas cosas la que sale más perjudicada es la gente; y en México y Ecuador la gente es muy querida.
III
Empero, el fin de semana pasado ocurrió algo que no había visto en mis 32 años de vida: que en La Vega protestaran por algo. Me pareció muy bien y muy justificada la manifestación. Espero que no piensen que es que me gusta incentivar revueltas, pero es que cuando las situaciones son injustas, pues son injustas y la gente debe reclamar y hacer valer sus derechos. La manifestación fue contra Enel-Codensa, la empresa de electricidad que falla a toda hora en la región, pues en municipios como La Vega o San Francisco, llueve y se va la luz, pasa un viento y se va la luz, hace frío y se va la luz, hace calor y se va la luz, alguien estornuda y, adivinen... se va la luz. Eso en pleno siglo XXI y a unas cuantas horas de Bogotá. El reclamo entonces es válido, pues las constantes fallas eléctricas afectan el comercio, los electrodomésticos y tantas cosas que dependen de esa energía ¿Cómo se manejará el caso en el hospital?
En efecto, ya van lustros que la gente se queja ante la empresa privada y no parece haber mejoras verificables. Esta vez un grupo de personas bloqueó la autopista Bogotá-Medellín, en pleno plan retorno por la Semana Santa, para ver si los empresarios con eso "paraban más bolas". Yo espero que así sea y que se empiecen a tomar en serio las demandas de la gente. También espero que este acontecimiento sensibilice a mis coterráneos para que comprendan que, cuando las personas protestan, siempre es por algo y no solo porque se les ocurrió. No es solo decir “vagos, trabajen”, por lo general hay un trasfondo justo que se debe comprender. Además, esta experiencia también debe indicar que no porque una empresa sea privada significa que va a ser mejor. En La Vega hay mucho personaje que se come los cuentos derechosos y aplauden lo privado sin más. Enel-Codensa es un buen ejemplo de que los servicios públicos no son mejores en manos de los particulares; un ejemplo que se puede extender a lo que sucede con las EPS en el sector salud.
Ay qué vaina. En fin. En estos treinta y dos años he visto cosas que se repiten, otras que son una cagada y otras que resultan novedades. Quiero tener la oportunidad de seguir viendo lo que en este mundo ocurre a diario. Vamos a ver qué deparará la vida cuando llegue a mis treinta y tres porque, aunque me faltan varios meses para cumplirlos, me emociona eso del número tres, siempre el tres. Por lo pronto, seguiré tratando de aclararme los pensamientos hasta que queden del color de las canas; los pensamientos que aquellas tres suscitaron. Chao.
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