Betty la fea, reinterpretaciones desde México. Por: Eliana Celeste Olguín Hernández. (Monterrey, N. L.-México)


Hace más de 20 años del estreno de “Betty la Fea” y retransmisiones siguen emocionando a los televidentes como si fuera la primera vez. Sin duda, el magnífico guion de Fernando Gaitán ha trascendido en la vida de miles de personas. Las razones podrían ser innumerables o incluso inexplicables. Claro está que dicha obra fue aclamada y también envuelta en polémicas. Tal como la corrupción de la televisora emisora RCN y la intromisión del gobierno colombiano en cuanto a omitir o resaltar las actitudes en los personajes para mantener el statu quo de la sociedad bogotana a inicios del siglo XXI.

Aún y con estas consideraciones, en mi opinión como mujer mexicana, la trascendencia de Betty la Fea podría explicarse por dos situaciones. La primera es porque al representar situaciones tan cotidianas tales como las relaciones interpersonales, de amistad, laborales y románticas, nos ofrece la posibilidad de reinterpretarlas conforme avanzan nuestras etapas de vida y contextos. Seguramente nunca se le dejará de prestar atención ya que siempre tendrá algo nuevo que enseñarnos, actitudes que vimos desapercibidas hace 10 años, hoy generan el ideal o la antítesis del comportamiento social.

La segunda explicación es porque a inicios del siglo XXI Betty encarnó fielmente la situación de muchas mujeres, sobre la cual difícilmente se hablaba en el contexto latinoamericano. Lo sentí desde la secundaria, pero no estuve segura de ello hasta la universidad.  La situación a la que me refiero es la de ser tratada como una mujer “fea”. Aquí tomo una pausa porque más allá de entrar a la discusión sobre si una mujer puede ser o no ser “fea” por su apariencia física, yo me refiero al trato que se le da a una mujer considerada “fea”.

Me parece que el capítulo en el que Betty es plantada por Román y sus amigos es crucial para ejemplificarlo, prestemos atención a la escena en la cual Beatriz Aurora escribe en su diario las siguientes palabras “nunca se me dará la oportunidad de demostrar cuanto puedo amar”. Quien lea esto podrá decir que es una total exageración, pero las ciencias sociales han identificado a estos fenómenos bajo conceptos como; el capital erótico, la “racialización”, la “blanquitud” y violencia estética por mencionar algunos. Estos conceptos explican como la sociedad privilegia o margina a las o los individuos por sus apariencias físicas, negando o permitiéndoles acceder a ciertos puestos de trabajo, sueldos o incluso al derecho de vivir con dignidad las relaciones de pareja y la sexualidad.

Pese a que las causas de estos fenómenos se encuentran en ámbitos multifacéticos de la historia occidental, no deja de entristecer… doler… o tocar puntos sensibles que se relacionan con la autoestima de las niñas y mujeres.  Sin lugar a duda, Betty logró empatizar con una gran audiencia que posiblemente, sin tener conciencia, sufría de esas opresiones sistemáticas. Lo único que pudimos hacer fue… llorar.

A la fecha, en una nueva interpretación de esta esplendorosa telenovela… ojalá pudiéramos dejar de lado a Armando, pero es claro que Betty se aferró a él porque al ser rechazada, vio en la incapacidad de su jefe por dirigir una empresa, la oportunidad de ser útil, indispensable y necesitada por un varón, permitiéndose así sentir las fantasías románticas que la sociedad le había negado. No por ello, el comportamiento de Betty deja de ser cuestionable, así como el de otros personajes. Tal como el de Marcela Valencia a quien en la actualidad consideran una mujer feminista por la “sororidad” que tuvo hacia sus empleadas. Aunque yo no dejo de pensar en que sus acciones “solidarias” no sobre salen más allá de la relación subordinada de patrona-trabajadora.  Ya que también fue una mujer clasista que en varias ocasiones se opuso a que sus empleadas disfrutarán de los desfiles de moda debido a que “desentonaban con el lugar”. No pasemos por alto precisamente la “racialización” de Marcela, Patricia y Hugo hacia la apariencia física de Jenny García y la oposición constante de que una mujer pobre y con cierto fenotipo (cara fea, cuerpo lindo) modelará para Ecomoda.

Por último, no perdamos de vista la tremenda violencia que ejercieron los hombres hacia sus coprotagonistas mujeres. Me parece que el personaje de Patricia Fernández es uno de los más interesantes para ejemplificarlo. Por la violencia de género y chantaje sexual que recibió de Daniel Valencia, el acoso y violencia laboral de Armando, el engaño de Mario Calderón y la violación por engaño de Nicolás Mora. Sin duda, dejan mucho que desear de las situaciones a las que se debían de enfrentar las mujeres pobres y sexualizadas en el ámbito laboral.  

En ultimas estancias, existe una gran cantidad de mexicanos que disfrutamos de Betty la Fea ya sea por el análisis sociohistórico de la obra. O por el drama de venganza, de una mujer fea, inteligente y pobre, que se convierte en rica, bella y exitosa. O por el amor de Armando y Betty en la cual, un hombre rico se presta a un engaño y tras pasar una noche de intimidad con una mujer que jamás estuvo dentro de sus estándares cae rendido y se enamora desesperadamente.

Sea cual fuera la razón, no hay como disfrutar una vez más de Betty la Fea tal como si fuera la primera vez.


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