(Cuento). Las Brujas. Novena parte. Por: Nicolás Castro. (Chía-Cundinamarca)
Nikwaisi,
Icisa y Gabriela estaban sentadas al fondo de la barcaza hilando varios hilos
de fibra vegetal. Sólo el movimiento de sus manos, delicado y meticuloso,
cortaba la quietud que reinaba por doquier. Y el silencio, que también era casi
absoluto, se interrumpía con el canto bulloso de las aves que, de tanto en
tanto, estallaba en las copas de las palmas o a lo lejos, en la rivera del río,
donde la selva se levantaba encima del agua en movimiento. La Laguna del Amor
está unida al río Ariari, y lo único que las divide es una cinta de selva
acuática, flotante, que contiene al río en parte y no lo deja entrar con toda
la potencia de su cauce. La laguna se adentra hacia el interior formando una
especie de bahía, cuya paz es inmensa e impresionante, teniendo en cuenta que a
su lado el Ariari avanza con fuerza, en especial en ese momento, al haberse
crecido. A pesar de que no podía usar mi magia, pues necesitaba, una vez más,
reponer la energía invertida en la lucha contra los brujos, mis sentidos
alcanzaban a percibir, de manera muy leve y ahogada, la vibración del río
embravecido que todavía colmaba su cauce y se movía con sumo poder. Recordaba
dicho poder y me estremecía; el río me había tenido en su interior y me había
mostrado cuán ínfima podía ser nuestra fuerza cuando era sometida por una
potencia mayor, más antigua e imposible de dominar.
El techo de
la barcaza dejaba colar el aire y la luz, pues estaba hecho de hojas de palmera
trenzadas y, gracias a su flexibilidad, subía y bajaba suavemente conforme la
brisa soplaba. Justo en el centro de la barcaza había una abertura grande, para
salir, y debajo de la luz del sol que entraba de lleno allí estaba, acomodada
dentro de un cuenco de barro, la lámpara de gasolina que atrapaba al brujo. A
un lado de esta, también dentro del cuenco, ardía una ramita de madera cuyo
humo, translucido y leve, ascendía dando giros que eran barridos por el viento
que llegaba desde afuera.
Habían
pasado dos días desde que llegáramos a la laguna. Cerca de ésta estaba Puerto
Rico, un pueblo a cuyo parque principal se podía llegar caminando directamente
desde la orilla de la laguna, luego de atravesar apenas ocho cuadras. El
transcurso de esos dos días se deshilvanaba en mi mente como el humo de la
ramita de madera; iba y venía y mostraba algunas de sus imágenes sin que yo
pudiera retenerlas del todo. Se repetía, sobre todo, la imagen del fondo de la
barcaza, ensombrecido y solitario, a veces acompañado por las voces de las
niñas que, nadando junto a la barcaza, se reían y charlaban, o también por la
voz de Gabriela, sentada sobre el techo de la embarcación, que les contaba un
cuento a las niñas o cantaba bajo los rayos del sol. Pero ahora, pasados esos
dos días, había recuperado del todo mi conciencia y me restaba poco para sentir
restituidas mis fuerzas.
Me recliné,
consiguiendo apoyarme sobre mis codos. ¡Hola, muchachas! ¿Qué es eso que están
tejiendo? Nikwaisi volteó a verme y, contenta de hablarme, me respondió, es el
bejuco de los delfines, ¡para que nos podamos transformar en ellos y lleguemos
pronto a San José! Icisa levantó uno de los madejos, enseñándome la gran
cantidad que ya habían hilado. ¿Cómo siguió, hermana? Me preguntó Gabriela. Yo
me desperecé estirando los brazos. Yo estoy bien, me siento con ganas de
encontrarme con ese brujo desgraciado y puerco que apareció en Puerto Lleras
¿no lo han visto por aquí? Gabriela y las niñas se rieron. No, dijo Gabriela,
pero Lucía se fue a Puerto Rico a ver qué podía averiguar, y anoche Icisa
volvió a hablar con Tinijaxa. La niña tinigua dejó a un lado los madejos. El
mayor me mostró el lugar en el que se están quedando, cerca del río Guayabero,
antes de que desemboque en el Ariari; están en una finca grande y vieja
construida con árboles antiguos de la selva, la floresta se alza justo delante
de la finca, al otro lado del río, cuyos canales entran por los costados de la
casa y la rodean, ocultándola con sus manglares. La niña hizo silencio, como
tratando de recordar algo. El mayor me dijo que la dueña de la finca es
bisnieta de una mujer tinigua y, por eso, está dispuesta a alojarlos todo el
tiempo que haga falta, pero el mayor nos pide apurarnos, pues, a pesar de todo,
es un lugar en el que podrían atacarlos fácilmente. Gabriela entonces me contó
que habían recolectado el bejuco de los delfines cuando salieron, esa misma
mañana, muy temprano, a explorar las orillas de la laguna. Luego de recorrer sus
linderos decidieron remontar la orilla del Ariari, en dirección a Puerto
Lleras, y a los pocos pasos de haber empezado el recorrido se encontraron las
lianas colgando de unos árboles. Lucía, luego de esto, les dijo que ya habían
esperado lo suficiente para salir al pueblo, por lo que ella se fue para allá
mientras las niñas y Gabriela hilaban las hebras que encontraron y que nos
servirían a todas para nadar hasta San José del Guaviare.
Gabriela
entonces sacó unas cestas en las que había pescado cocinado a la madrugada. Las
niñas amaban la manera como Gabriela lo preparaba. Repartimos lo que había y
comimos. Mientras reposábamos dentro de la barcaza, oímos el aleteo de un ave
grande. Gabriela y yo nos miramos, por un momento conteniendo el aire. Entonces
Lucía se asomó desde la entrada. ¿Se asustaron? Preguntó, con cara burlona, al
entrar. Lucía traía varios frascos que descargó sobre el fondo de la barcaza.
Agarren una, niñas, les dijo a las tinigua, que abrieron el frasco enseguida.
¿Qué es? Le pregunté. Estuve en un restaurante que tiene muy buena fama y me
dijeron que su ‘preparada’ —el agua que hacen con limón y aguaepanela— es la
mejor que se puede conseguir por aquí y, luego de probarla, estuve
completamente de acuerdo. Gabriela y yo repartimos otro de los frascos entre
nosotras. Entonces todas miramos a Lucía. Ella se acomodó sobre unos cojines,
encendió un tabaco, le dio varias caladas y, una vez estuvo a gusto, comenzó su
relato. Puerto Rico está atestado con la cantidad de espías que hay,
prácticamente la mitad de los habitantes del pueblo son sombras creadas por los
brujos; caminan como si llevaran un rumbo, actúan con la misma parsimonia y
seriedad de cualquier habitante del pueblo y producen una impresión muy
convincente de ser personas corrientes, sin embargo, basta con seguirlos un
poco para darse cuenta de que, luego de un rato de caminar por las calles, sus
siluetas se diluyen al acercarse a cualquier rincón ensombrecido y, luego de un
instante, vuelven a aparecer en cualquier otro lugar del pueblo, como saliendo
de una casa o de un negocio y así se la pasan el día entero, yendo y viniendo
sin rumbo, y la misma gente del pueblo lo rumora; primero oí a dos señoras en
el parque, dos mujeres muy católicas, que estaban charlando en una banca acerca
de lo incómodas que se sentían con tantos forasteros en el pueblo, luego, dos
labriegos en una tienda de abarrotes, dos hombres muy buenos y humildes,
estaban discutiendo con el tendero si no sería peligroso que hubiesen tantos
desconocidos rondando Puerto Rico, pues en otros tiempos eso fue señal de
futuros combates y, por último, uno de los policías del pueblo, un hombre joven
con una fe inquebrantable, andaba siguiéndoles la pista y ya estaba convencido
de que aquella gente se comportaba de forma muy sospechosa. Lucía entonces me
miró a mí. Usted fue muy valiente al enfrentarse a ese brujo sola, ese tipo se
iba a ir detrás de nosotras y no pudo, de alguna forma esa gente nos ha seguido
la pista y saben que estamos por aquí y, presiento, nos van a estar esperando
en San José, por lo que es mejor llegar directamente a donde los tinigua nos
están esperando, para poner a las niñas a resguardo antes de que tengamos que
enfrentarnos con estos desgraciados. Oír a mi hermana decir aquello, de esa
forma, me sorprendió, pues supuse que en adelante intentaríamos ser más
sigilosas. Entonces Lucía, que había escuchado ese último pensamiento mío,
continuó diciendo, ¡claro que vamos a ser sigilosas! Pero para entregar a las
niñas, una vez estén bajo la protección de Tinijaxa ¡nos iremos de frente
contra estos brujos petulantes y sus amos!
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